domingo, julio 26, 2009

Del bloggero cubano Eugenio Leal, del blog Veritas

La mayor parte de la población de Cuba ha nacido después de 1959. Esto hace que sólo quienes tengan más de setenta años hayan participado en elecciones pluripartidistas, puesto que para ejercer ese derecho era requisito ser mayor de edad, es decir, no menos de veintiún años.

El sistema cuenta con esto a su favor para perpetuarse indefinidamente, o al menos mantener el control económico del país en manos de los descendientes de la dinastía gobernante. Los menores de cincuenta años desconocen sus derechos y han visto a sus padres simular, mentir, acobardados y envilecidos frente al todopoderoso Estado. Ya los nacidos en la década del sesenta son abuelos, por lo que padres, hijos y nietos han sido formados en cautiverio. Las instituciones y enseñanzas están diseñadas para callar, aplaudir y soportar.

En fecha tan lejana como 1968, - por el aniversario del levantamiento del 10 de octubre de 1868- el poder omnímodo comenzó una campaña llamada: 100 años de lucha. Incluía -entre otras cosas infames- las directrices estatales y la consigna de “quemar las tradiciones”, que suprimió las festividades navideñas, así como otras costumbres ancestrales de carácter religiosos y sociales consideradas –según los patrones ideológicos comunistas- de corte “burgués”. En este contexto las manifestaciones de cortesía masculina al sexo opuesto fueron tildadas de “caballerosidad burguesa” y desviación ideológica, ya que la mujer era una compañera con las mismas obligaciones y derechos sociales. En su lugar, se habló de fomentar la “caballerosidad proletaria”, que sólo era retórica política. Posteriormente, se crearon centros de enseñanza media y media superior en el campo. La enseñanza media superior se estableció definitivamente en escuelas en el campo. Con ello los adolescentes quedaron a merced del adoctrinamiento del Estado, sin la orientación y supervisión de la familia en esa edad que tanto lo necesita.

Desde hace algunos años las manifestaciones públicas de la pérdida de valores en el comportamiento social crece exponencialmente. Posiblemente, como es habitual, desde el poder estén buscando la causa en algún factor externo. Nada tendría de extraño que se aludiera al calentamiento global, las explosiones solares o la contaminación de los océanos.

En todos los órdenes, el malogrado experimento socio-económico ha hecho que cobren una lapidaria actualidad los versos del poeta José María Heredia: “dulce Cuba en tu suelo se ve / en su lado más ancho y profundo / la belleza del físico mundo / los horrores del mundo moral”.

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