Tiranos electos
Por Ana Julia Jatar
Para desgracia y peligro de la libertad en nuestro continente, el sistema interamericano fundado para defender la democracia se ha convertido en un espacio para proteger a los presidentes que nos representan y estos la han transformado en una instancia para resguardarse cuando abusan del poder. Esta suerte de sindicato de abusadores, donde hasta Raúl Castro tiene ahora audiencia, se ha dedicado a defender a los “pobrecitos” presidentes electos amenazados por supuestos “gorilas", en vez de ponerle freno a tiempo a quienes se han convertido en tiranos electos.
Estos tiranos electos olvidan a conveniencia que la mayoría de turno no es el pueblo y que precisamente por ello deben someterse a los límites de la constitución. En otras palabras, el sindicato reacciona a los síntomas en vez de entender la enfermedad.
La libertad está fundamentada en el imperio de la ley por encima de la voluntad individual de los hombres y, sobre todo, por encima de la de aquel que ha sido electo gobernante.
La democracia no termina sino más bien comienza su más dura prueba después del acto electoral. La democracia existe donde se permite el forcejeo libre de todos los factores para garantizar el derecho de las mayorías y, especialmente, el de las minorías. De lo contrario, por ejemplo, una mayoría blanca podría eliminar a una minoría negra o viceversa.
No hay peor peligro para la libertad que otorgarle poderes extraordinarios a un hombre para que los use en defensa de la mayoría que lo eligió. Los grandes crímenes contra la humanidad han sido cometidos de esta manera. Desde que los griegos inventaron la democracia, se entiende que ésta corre el peligro de convertirse en la dictadura de la mayoría.
A lo largo de la historia los filósofos políticos se han dedicado a pensar cómo darle autoridad al monarca sin que ese poder se convierta en el fin de la libertad. Al ver lo que ha hecho Hugo Chávez y lo que intentaba hacer Zelaya uno entiende más que nunca las severas preocupaciones de estos pensadores. Estos neototalitarios usan las elecciones para llegar al poder y eternizarse en él a través de referendos viciados de inconstitucionalidad. Así logran cambiar las constituciones para su beneficio. Estas prácticas plebiscitarias son un engendro maligno de todas las debilidades históricas de la democracia. No olvidemos que Hitler atropelló los derechos humanos más fundamentales “democráticamente". Lo mismo está sucediendo con esta perversa doctrina inventada por Chávez, la cual pone en peligro la libertad y la democracia en el continente.
Es ante el peligro de la expansión de la doctrina neototalitaria que deberían reaccionar los presidentes en la OEA. La reflexión debe estar en las debilidades intrínsecas del sistema que han permitido a un Chávez, a un Evo Morales o a una Zelaya violar la mayoría de los artículos de la Carta Democrática sin que haya reacción alguna de la comunidad interamericana para frenar esos evidentes abusos.
Erradamente, o egoístamente quizás, sólo reaccionan cuando los peligros son contra la figura del presidente y no contra los demás poderes o contra la libertad del pueblo.
Por ello, cuando veo a los presidentes rasgarse las vestiduras por la suerte de Zelaya, no puedo dejar de preguntarme si los rasgamientos y gritos son para defendernos a nosotros o a ellos mismos. Necesitamos una OEA que discipline a los presidentes de turno y que defienda la libertad de todos nosotros. La que tenemos no ha servido para esto, lo que nos deja desamparados frente a las tentaciones totalitarias que tratan de imponerse en el continente. Con razón, Uribe y Chávez han encontrado en la defensa al neototalitarismo de Zelaya su único punto de coincidencia: el de ser reelectos por siempre.
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