Por sobre la mirada amenazante de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, mujahidines, estalinistas, leninistas, castristas, ecofanáticos, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o populistas, la llama de la libertad sigue ardiendo.
miércoles, junio 24, 2009
Pilar Rahola y el silencio progresista sobre Irán
El silencio de la progresía
Irán hierve por los costados, y los progres del mundo enmudecen. ¿Dónde están ahora los pañuelitos, las webs histéricas, las manifestaciones con politiquillos incluidos? En ningún lugar. Esta revuelta les rompe los esquemas, alejada de los dogmas de fe que configuran su pensamiento político.
No es una revuelta contra los malos de manual, cuya presencia excita sobremanera sus delicadas fauces. Los americanos no dirigen la represión –hasta que Michael Moore o Noam Chomsky descubran alguna perversa conspiración judeo-yanqui–; los israelíes no mueven los hilos –demos tiempo a Michael y a Noam–; y todo pasa en el islam, que siempre está libre de toda culpa. Además, el dictador es amigo de uno de los paladines del neorrevolucionarismo, un tal Hugo Chávez, cuya amistad con el tirano iraní ha permitido que el fundamentalismo islámico pusiera su perversa patita en Sudamérica.
Es decir, sin malos clásicos, sin víctimas homologadas y sin paternalismo occidental por repartir, lo de Irán no es una causa. Es, simplemente, una noticia, una de esas noticias que surfean por la conciencia progre, sin hacer ninguna mella. Nada es nuevo, porque esa misma progresía se ha mantenido impasible ante decenas de masacres, dictaduras y todo tipo de represiones, cuyos verdugos no les interesaban, y cuyas víctimas les resultaban indiferentes.
Más allá de vociferar contra los israelíes –que siempre sale gratis–, y de vender una solidaridad de plástico con los palestinos, basada en prejuicios, mentiras y manipulaciones, esta progresía ruidosa, dogmática y reaccionaria no tiene ninguna otra causa que le interese. ¿Por qué? Probablemente porque nunca fueron tan amantes de la libertad como vendieron. Y también porque sus esquemas mentales no han superado la caída del muro de Berlín, y miran al mundo con los mismos ojos con que lo miraban los viejos comunistas.
En esta dialéctica de buenos y malos, la libertad siempre sale perdiendo.
Lo más sorprendente es que estos chillones de lemas vacíos, depositarios, a la vez, de grandes silencios, son los mismos que dividen al mundo entre derecha malvada y progresía justiciera, y nos inundan con proclamas redentoras. Algunos hasta convierten esa dialéctica en un estilo de propaganda, para ganar elecciones. Sin embargo, la realidad a veces es tan dura de oído que no oye los cantos de sirena.
Y ahí está, martilleando los esquemas con sonora eficacia. Fíjense en la sutil contradicción. Contra la dictadura iraní, y contra la represión brutal que ejerce contra la revolución verde de los ciudadanos, los que alzan la voz no son los redentores pancartistas, sino líderes de la derecha, como Angela Merkel o Nicolas Sarkozy. Lo cual nos recuerda una verdad histórica: en defensa de la libertad, no están todos los que son, ni son todos los que están.
Pilar Rahola
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