El incidente venezolano entre Mario Vargas Llosa y Chávez - que podría haber terminado en un inédito debate entre ambos- puso en boca de todos un nuevo concepto: “intelectuales liberales”. Uno recuerda que Simone de Beauvoir escribió que no podía haber intelectuales de derecha, que solo se puede usar la cabeza, pensar, reflexionar y escribir, desde el campo de la izquierda. Afortunadamente ese es otro muro que se cae. El liberalismo ha producido lumbreras como Ortega y Gasset, Benedeto Croce, Karl Popper, Isaiah Berlin, o Friederick Hayek, difícilmente “no” clasificables como intelectuales. Simone los ignoraba, como a tantas cosas.
Pero era gente ya algo vieja cuando irrumpió la Nueva Izquierda Reaccionaria, aliada del islamismo y ferozmente antidemocrática. Se necesitaba sangre nueva.
El actual debate lo protagoniza, además, el mundo hispanoamericano más que el europeo. Es acá donde el nuevo monstruito nace, crece y se desarrolla: en Cuba, en Venezuela y en todos los satélites: Bolivia, Nicaragua, Ecuador.
Ese monstruito ignorante y pedante, que se olvida de los últimos 50 años de historia y quiere hacernos creer que el socialismo real fue una magnífica y rica experiencia, que no sabe de Gulags y asesinatos en masa, de invasiones a Hungría, Checoslovaquia, Tibet o Afganistán, que desconoce las hambrunas chinas o norcoreanas, esos nuevos vendedores de ilusiones, que contra toda prueba insisten en “la crisis final del capitalismo” y en el socialismo del siglo XXI, necesitaban un pensamiento nuevo que los enfrente y los acorrale en su elementalidad.
Hoy tenemos a ambos Vargas Llosa, a Montaner, a Castañeda, a Krauze, y muchos más elaborando pensamiento propio, reflexionando sobre nuestra América, enriqueciendo la conciencia universal desde nuestra propia realidad. Esos intelectuales no de izquierda, no marxistas, no nacionalistas, no socialdemócratas, no populistas, no estatistas, no revolucionarios, son intelectuales democráticos, pluralistas, críticos, modernos.
Bienvenidos los intelectuales liberales.
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