Hay tres actores centrales del drama económico, y solo tres. Cada uno de ellos ha creado su propia ideología justificadora. Los tres, sin embargo, están obligados a convivir. Cuando desaparece uno de ellos, sobreviene la crisis terminal de un sistema productivo y político.
Los actores son:
Estado- Consumidores-Productores
Hay tres posibles alianzas
1) Estado – Productores (Capitalismo de Estado)
El Estado se asocia con los propietarios del sistema productivo. Se establece una relación dinámica en la que cada subsector intenta obtener beneficios de alguna parcela de la Administración Pública, la cual “cobra” por dichos beneficios (en especie o en apoyo político de alguna clase). Se fomenta la protección aduanera, los mercados protegidos, los oligopolios. Se promueve la producción “nacional” aunque esta sea cara o de mala calidad. Es el reino de las excepciones, las resoluciones, las reglamentaciones, las licitaciones arregladas, las leyes especiales, los decretos.
Consecuencia: burocratización, inflación, desempleo, baja productividad.
2) Estado – Consumidores (Populismo)
Esta alianza genera gobiernos demagógicos que mantienen bajo el precio de las mercaderías para favorecer a los consumidores- su apoyo político- pero descapitalizan y por ultimo arruinan a los productores. La retórica es “anticapitalista”, culpándose a los empresarios productores por la inflación, el desabastecimiento, el mercado negro, la desaparición de líneas enteras de productos.
Consecuencia: huperinflación, desabastecimiento, mercado negro, militarización de la vida económica, con confiscaciones de empresas.
3) Consumidores –Productores (Liberalismo)
Los productores dependen de las decisiones de los consumidores, que buscan calidad y bajo precio. Para lograr el apoyo del consumidor los productores deben mejorar sus sistemas productivos, invertir en investigación, motivar y capacitar a su mano de obra, comunicar eficientemente su oferta. El Estado no interfiere: no hay exceso de impuestos, retenciones ni regulaciones; su papel se orienta a abrir la economía a los intercambios globales, mejorar la infraestructura, la Justicia y los sistemas de de seguridad. El Estado no genera riqueza, ni la “redistribuye”. Es el mercado el que asigna los recursos. Los productores comprenden que no se trata de obtener el apoyo de algún funcionario, sino de obtener el apoyo de los consumidores, para lo cual deben construir su prestigio en base a la mayor calidad en bienes y servicios.
Consecuencias: crecimiento y mejora en la calidad de vida. Riesgos permanentes de quiebra, fracaso empresarial, crisis económicas cíclicas.
- Existe una posibilidad extrema: la entronización uno solo de los tres actores, y la desaparición de los otros: el Estado Absoluto.
Desaparecen así los productores independientes: el Estado es el único productor. Los consumidores ya dejan de elegir: solo consumen los que el Estado decide producir, con independencia de la demanda pública y atendiendo exclusivamente a la lógica de la producción (menores costos, existencia de recursos, etc.). En cierto modo los consumidores como tales desaparecen ya que dejan de decidir qué, cuándo, cuánto y dónde adquirir bienes y servicios.
Consecuencias: parálisis del sistema, hundimiento final (ejemplo: URSS)
- Como utopía puede pensarse en un sistema de Consumidores-productores (prosumidores alguien los llamó) con capacidad cooperativa para crear un sistema de producción y consumo a cargo de un único actor: no es necesario el Estado, ya que se supone que no habrá necesidad de arbitraje y de sistema judicial y de seguridad. Una simple fantasía utópica, que encarnó en algunas visiones ácratas.
En los dos primeros sistemas- el capitalismo de Estado y el populismo socializante- la política es el ámbito central de toma de decisiones.
Se desarrolla entonces un sistema de administración pública, de acceso a los puestos, de rotación de las ofertas políticas, de capacitación de cuadros técnico políticos que configura la situación más habitual. Tanto la Europa unida como hasta cierto punto EEUU y los países en desarrollo se mueven en esta lógica de preeminencia de la política, o sea, preeminencia del Plan por sobre la evolución espontánea de la relación productores-consumidores.
El Estado sabe que en esa relación hay una fuerza de desarrollo que no puede “controlar”: una alianza que limita al Estado el rol de garantizador de las reglas de juego, pero lo inhabilita a tomar decisiones monetarias, fiscales, cambiarias, laborales y comerciales. Una “catástrofe” para los miles de cuadros profesionales formados en la lógica del Estado “dador”, del Estado que favorece o bloquea sectores enteros, grupos económicos, empresas, actividades. Profesores, periodistas, escritores, opinadores: todos ellos participan de alguna forma del Estado-Decisor, ya que acceden a la información calificada que anticipa, prevé, sugiere...posibles decisiones que el Poder dictará y sobre eso construyen sus saberes: el periodista con mejores fuentes, al analista que sabe cual es la lógica de tal o cual funcionario, el profesor que explicará a sus alumnos el proceso de toma de decisiones en el Estado, etc. Todos ellos quedarían sin trabajo si se impusiera una alianza Consumidores-Productores, ya que las decisiones de inversión, ahorro, compra, contratación son , en ese caso, exclusivamente individuales, imposibles de anticipar puesto que responden al balance entre millones de objetivos y metas diversos que solo logran su consumación en el mercado.
De allí la mala prensa que tiene el liberalismo, esa alianza entre productores y consumidores que limita la actuación de la política, del Estado y sus empleados.
La actual crisis - que es ciertamente una crisis más relacionada al exceso que a la falta de regulaciones - es la última gran ocasión para desarrollar con todo lujo la ofensiva antiliberal y demostrar la sapiencia del Estado controlador, que evitará todas las crisis del futuro. Dios en la Tierra se llama Estado, a él nos rendimos, ante él nos arrodillamos y confesamos nuestra impotencia como consumidores y productores.
Así construimos la próxima Crisis.
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