Los intelectuales viven en la necesidad de ser originales. Me refiero a escritores , cineastas, músicos , ampliamente conocidos. Como su lucha es la de ratificar cada día su popularidad, necesitan generar “ideas provocativas” que muevan al debate.
Dicho esto, la realidad del apoyo de los intelectuales a, por ejemplo, Stalin o Mao o incluso Musolini en décadas pasadas o a Chávez o Castro en la actualidad no deja de sorprender. Por ejemplo, quien esperaría que George Bernard Shaw- tan brillante- apoyara cálidamente al dictador soviético mientras éste se entretenía mandando a matar a un millón de “traidores” al comunismo. O a G.H Wells, Romain Rolland, Hemigway y tantos otros.
En la actualidad casi todos los escritores, cineastas o actores aplauden con pasión las tristes declaraciones de Castro o Chávez o Mugabe.
Así como Hannah Arendt habló de la banalización del mal, cabe aquí hablar de la tentación del Poder (que muchas veces es otro de los nombres del mal)
Estos personajes, ávidos de originalidad, pareciera que calculan: ¿Cuál es el personaje más criticado por el establishment occidental? ¿Chávez? Pues vaya mi apoyo incondicional al comandante, ahora desaparecido. Se suman a esto personajes tan glamorosos como Sean Penn, Bardem, Oliver Stone, Antonio Banderas, etc.
Hay una seducción permanente entre el poder y los intelectuales y artistas. El primer Perón desarrolló una eficaz política de cooptación de artistas e intelectuales. El actual kirchnerismo ha llevado al máximo su capacidad de seducción, financiando películas que nadie verá, o a cantantes populares con cifras de cinco ceros.
La explicación “materialista” no me convence: ¿por qué rifar el prestigio de una carrera, por ganar dinero fácil? Aunque seguramente hay gente cuya víscera más sensible es el bolsillo.
Lo que creo es que hay una tentación, una tentación de Poder. Detrás de muchos artistas e intelectuales yace un personaje omnipotente: quiere cambiar el mundo, hacerlo dócil a sus ideales de solidaridad, fraternidad e igualdad. Si para esto hay que acercarse a los dueños del poder, no hay reproches morales a eso: el fin justifica los medios. Detrás de todo intelectual hay un asesor en potencia, un consejero del líder, una sombra que manejará el discurso- en lo cual son justamente , expertos- que el líder bajará a la multitud.
El espectáculo del Poder requiere diseñadores. David era el pintor oficial de la Revolución Francesa, plena de espectáculos celebratorios para multitudes. La gran cineasta alemana Leni Riefensthal fue la artífice del nazismo-espectáculo, mientras el arquitecto Speer planeaba monumentos y edificios públicos para los 1000 años del Reich.
La unión contra natura del Arte- un ejercicio de independencia y libertad- con la Política- un ejercicio de mentira y manipulación- es una paradójica realidad de los tiempos modernos.
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