Las tesis cardinales del “progresismo”
Las doctrinas que se enseñan hoy día bajo el título de “economía progresista” pueden condensarse en los diez puntos siguientes:
I
La tesis económica fundamental, común a todos los grupos socialistas, afirma que gracias a los adelantos tecnológicos de los últimos doscientos años, existe una abundancia potencial. Marx y Engels repiten una y otra vez que la insuficiencia de la oferta de las cosas útiles se debe exclusivamente a las contradicciones y deficiencias inherentes al sistema capitalista de producción. Una vez que se adopte el socialismo y que, después de desarraigar los últimos vestigios del capitalismo, haya alcanzado su etapa superior, sobrevendrá la abundancia. El trabajo ya no causará dolor, sino placer. La sociedad estará en aptitud de dar “a cada quien según sus necesidades”. Nunca advirtieron Marx y Engels que existe una escasez inexorable de los factores materiales de la producción.
Los “progresistas” académicos son más cautos en al terminología que emplean. A pesar de ello, casi todos hacen suya la tesis socialista tácitamente.
II
La rama inflacionista del Progresismo coinciden con los Marxistas más fanáticos en hacer caso omiso del hecho de la escasez de los factores materiales de la producción. De este error desprende la conclusión de que el tipo de interés y el provecho de los empresarios pueden ser eliminados mediante la expansión del crédito. A su modo de ver, únicamente los egoístas intereses de clases de los banqueros y usureros se oponen a la expansión del crédito.
El éxito incontrastable del partido inflacionista se manifiesta en la política monetaria y crediticia de todos los países. Las transformaciones doctrinales y semánticas que precedieron a esta victoria, que la hicieron posible, y que en la actualidad impiden la
adopción de una sana política monetaria, son las siguientes:
a) El término inflación significó hasta hace unos cuantos años: un aumento de consideración en la cantidad de la moneda y de lo sustitutos monetarios. Semejante aumento tiende por necesidad a producir una alza general en los precios de las mercancías. Pero hoy día el término inflación se emplea para denotar las consecuencias inevitables de lo que antes se llamaba inflación. Con esto se insinúa que un aumento en la cantidad de la moneda y los sustitutos monetarios no influye sobre los precios y que el alza general de éstos que hemos presenciado en los últimos años no ha sido efecto de la política monetaria del gobierno, sino de la codicia insaciable de los hombres de negocios.
b) Se acepta como un hecho que la elevación de los tipos de cambio sobre el exterior en aquellos países en que la magnitud del incremento inflacionista en la cantidad de moneda y sustitutos monetarios en circulación excedió el incremento habido en otros países, no es consecuencia de este exceso sino producto de otros factores. Como tales se acostumbra enumerar: la balanza de pagos desfavorable, las siniestras maquinaciones de los especuladores, la “escasez” de divisas extranjeras y las barreras comerciales levantadas por gobiernos extranjeros (no por el propio).
c) También se da por sentado que un gobierno en que no existe el patrón oro y que dispone de un banco central, está en la posibilidad de manipular la tasa del interés a voluntad, sin que ello acarree efecto indeseable alguno. Con vehemencia se niega que semejante política de dinero barato conduzca inevitablemente a una crisis económica. La teoría que explica la recurrencia de los períodos de depresión económica como resultado necesario de los constantes esfuerzos por expandir el crédito se pasa por alto intencionalmente o se tergiversa con el fin de ridiculizarla y de burlarse de sus autores.
III
Así se despeja el camino con el objeto de explicar los períodos recurrentes de depresión económica como un mal inseparable del capitalismo. La sociedad capitalista, afirman quienes tal piensan, es impotente para dirigir su propio destino.
IV
La consecuencia más desastrosa de la crisis económica consiste en el desempleo en masa, que se prolonga a través de los años. La gente se muere de hambre porque la iniciativa privada es incapaz de proporcionar trabajo suficiente para todos. El adelanto tecnológico, que podría ser una bendición general, se convierte bajo el capitalismo en una calamidad para la clase más numerosa.
V
El mejoramiento de las condiciones materiales de trabajo, la elevación de los salarios reales, la disminución de las horas de trabajo, la desaparición del trabajo infantil y todas las demás “conquistas sociales” son otros tantos triunfos de los sindicatos obreros de las leyes promulgadas por el gobierno para favorecer a los trabajadores. Si no fuera por la interposición del gobierno y de los sindicatos, la situación de la clase laborante sería tan mala como en el primer período de la revolución industrial.
VI
Aun así y a despecho de todo el empeño de los gobiernos populares y los sindicatos obreros, la suerte de los asalariados es desesperada. Tuvo razón Marx al predecir la pauperización inevitable y progresista del proletariado. (La circunstancia de que ciertos factores accidentales hayan procurado al asalariado norteamericano una ligera mejoría en su nivel de vida, nada vale en contra. Esta mejoría favorece tan sólo a un país cuya población no pasa del 7% de la del mundo y constituye, a mayor abundamiento, un fenómeno puramente transitorio). Cada vez se enriquecen más los ricos y se empobrecen más los pobres, en tanto que las clases medias desaparecen. La mayor parte de la riqueza se encuentra concentrada en manos de unas cuantas familias. Los lacayos de éstas ocupan los puestos público más importantes y los regentean para provecho exclusivo de “Wall Street”. Lo que los burgueses llaman democracia, significa en realidad “pluto-democracia”, es decir, una astuta manera de encubrir el gobierno clasista de los explotadores.
VII
En ausencia del control oficial de precios, los hombres de negocios manipulan los precios de las mercancías a su antojo. Si no fuera por el salario mínimo y los contratos colectivos de trabajo, los patrones también manipularían los salarios en la misma forma. El resultado de esto es que las utilidades van absorbiendo una proporción cada vez mayor del ingreso nacional. Si los sindicatos no estuvieran tan pendientes para desbaratar las maquinaciones de los patrones, se impondría la tendencia a la disminución de los salarios.
VIII
La descripción del capitalismo como un sistema de competencia en los negocios, puede haber sido correcta en sus etapas iniciales, pero hoy es manifiestamente inadecuada. Los trusts gigantescos y las combinaciones monopolísticas dominan los mercados nacionales. Su lucha por alcanzar un monopolio exclusivo del mercado mundial culmina en guerras imperialistas, en que los pobres dan su sangre a fin de que los ricos se enriquezcan más.
XI
Como bajo el capitalismo la producción tiene como finalidad obtener ganancia en vez de producir las cosas más útiles posibles, las que de hecho se fabrican no son las que podrían satisfacer de manera más eficaz las verdaderas necesidades de los consumidores, sino aquéllas cuya venta deja mayores provechos. Los “comerciantes en muertes” producen armas destructoras. Otros grupos de negociantes envenenan el cuerpo y el alma de las masas mediante las drogas cuyo consumo se convierte en hábito, las bebidas intoxicantes, el tabaco, los libros y revistas pornográficos, las películas imbéciles y las idiotas historietas cómicas.
X
La parte del ingreso nacional que fluye hacia las clases acomodadas en tan enorme que puede considerarse como inagotable para cualquier efecto práctico. Un gobierno popular que no tema obligar a los ricos a contribuir conforme a su capacidad de pago, tampoco puede tener razones válidas para abstenerse de ningún gasto que beneficie a la masa del pueblo. Por otra parte, las utilidades pueden gravarse libremente con el fin de elevar los salarios y de hacer que desciendan los precios de los artículos de primera necesidad.
Estos son los dogmas cardinales de la “heterodoxia” de nuestra época, cuyas falacias debe exhibir la educación económica
Conclusión
Las observaciones que preceden demuestran, por una parte, la importancia primordial de la educación económica y esbozan, por otra, un programa para dicha educación. El éxito o el fracaso de la empresa tendiente a sustituir ideas sanas en lugar de las erróneas que prevalecen, dependerá en último término de la capacidad y personalidad de los hombres a quienes tocará realizarla. Si en esta hora de decisión faltan los hombres idóneos, entonces la ruina de nuestra civilización es irremediable. Pero cuando se cuente con tales adalides, sus afanes serán fútiles si los rodean la indiferencia y la apatía de sus conciudadanos. Las fechorías de los dictadores individuales. de Fuehrers y Duces, pueden poner en peligro la supervivencia de la civilización. Su preservación, reconstrucción y continuación requieren los esfuerzos unidos de todos los hombres de buena voluntad.
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