CON LETRA CLARA
André Glucksmann
Ustedes ya lo saben. La periodista Natalia Estemirova fue eliminada porque luchaba contra la mentira y la oscuridad estatal, porque hablaba mucho, porque investigaba con demasiada precisión, porque cuestionaba a los socios de los crímenes cotidianos en Chechenia, al dictador Kadyrov, a los servicios secretos del ejército ruso, a las diversas mafias liberadas y sus capos en el Kremlin. Los secuestros extrajudiciales ejecutados por hombres encapuchados, las casas de civiles incendiadas como "castigo", en algunos casos encerrando alevosamente a los habitantes en su interior, las tomas de rehenes que los servicios públicos devuelven con vida o en pedazos a cambio de dólares, las mujeres violadas delante de sus maridos.Ustedes ya lo saben. No es ninguna novedad el martirio checheno desde la primera guerra desencadenada por Moscú en 1994. No es ninguna novedad, salvo el hecho de que fue declarada la victoria rusa, que reina la paz de Putin y que el terror continúa.
Ninguna novedad. Frente al cadáver de Natalia Estemirova, encuentro con desesperación las mismas palabras y los mismos pensamientos, las mismas emociones y las mismas lágrimas que ante la muerte de mi amiga Anna Politkovskaia. Ambas se conocían desde la primera guerra chechena; las dos partieron, intrépidas, en busca de la verdad en relación a una prolongada masacre, que ha hecho desaparecer un civil de cada cinco. ¿Chechenia? Una migaja de imperio, pero un caso sin precedentes para la humanidad: un millón de habitantes antes de la guerra, 200.000 muertos, 40.000 niños asesinados (¿y cuántos huérfanos?), una capital arrasada, ciudades y pueblos reducidos a cenizas. ¿Y qué más? La educación por el miedo y la corrupción, o cómo silenciar al pueblo. No solamente a los chechenos, también a los rusos y si es posible, a nosotros, tranquilos ciudadanos de los países democráticos.
Pero una novedad hay. Después del asesinato todavía no aclarado de Anna Politkovskaia, Ramzam Kadyrov, el protegido de Putin sospechado de ser su socio, hizo erigir en su capital una estela de mármol negro a la gloria de los periodistas y los combatientes por los derechos humanos "asesinados por su libertad de expresión". No, no están soñando.Después del asesinato de Natalia Estimorva, publicó su indignación y se erigió en jefe de una investigación para castigar a los culpables. Medvedev también.El momento culminante de esta broma tuvo lugar en Berlín: Angela Merkel reclamó una investigación, que Medvedev se comprometió a realizar, luego de lo cual la canciller alemana y el presidente ruso se abrazaron, prometiéndose gran amistad industrial.
Indestructibles mujeres apasionadas, ustedes son más resueltas que el salvajismo que las enfrenta. Ustedes salvan el orgullo de los pueblos caucásicos, la dignidad de la cultura rusa que fue siempre de resistencia. Si nuestra humanidad encuentra un rostro, es el de ustedes, Anna y Natacha.
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