Durante
el mes de septiembre de 2012 muchas cosas sucedieron en Argentina.
Lo más
importante fue el comienzo de las rebeliones pacíficas a cargo de la llamada
“clase media”. Se sabe que esa clase - condenada por Marx a la no existencia ya
que, según el Profeta, estaba destinada a diluirse en el proletariado ante la
polarización de la sociedad entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez
más pobres - es la cenicienta de la política. Olvidada y despreciada por los
políticos populistas y de izquierda – por sus veleidades individualistas-
constituye sin embargo un importante botín electoral.
Se
gobierna con los votos de la clase media pero contra los intereses de la clase
media.
El
kirchnerismo, abandonado por la clase media en 2009 obtuvo ese año un lastimoso
33% de los votos: un pasaporte al olvido. Esa lección fue muy importante para
el partido en el poder. A partir de allí se diseñó un plan de reconquista de
los sectores medios basado en la concesión de créditos de consumo a interés
cero: televisores y computadoras a 50 cuotas iguales fueron la punta de lanza
del plan, que se corporizó en los festejos del bicentenario, con dos millones
de personas en las calles participando de un espectáculo maravilloso.
Ese
acto cambió un poco el clima social y el kirchnerismo empezó a ver la luz al
final del túnel. La economía se recobraba, el campo estaba en paz, el consumo
se relanzaba y la oposición no terminaba de consolidar una presencia decisiva
en el Congreso.
Entonces
murió Él. Como si fuera un mensaje de la Historia, el impacto emocional de su
muerte conmovió, nuevamente, a la clase media, en especial a sus jóvenes.
Entonces
todo renació para el Kirchnerismo: nació una militancia joven, el peronismo
disidente pidió permiso para volver al redil, la oposición perdió a su factor
de aglutinación y todo se dispuso para la victoria inapelable del 2011.
Allí
Cristina, La Viuda, obtuvo un histórico 54%.
Volvía
al gobierno con ansias renovadas. Había sido humillada por la rebelión del
campo en 2008 y por la derrota de 2009. Venía con ganas de venganza.
De un
modo extraño y bizarro decidió vengarse de la clase media, a la que acababa de
seducir. Ella no olvidaba que, en especial, la clase media porteña la despreció
en 2011 dándole a Mauricio Macri el 65% de los votos.
Entonces
decidió “ir por todo”. Terminar con el mercado libre del dólar, insinuar
controles cada vez más fuertes a la actividad privada, aumentar la presión
impositiva, restringir importaciones, imponer la idea de una reforma
constitucional que la habilite a un tercer período, ningunear la decadencia de
los servicios públicos- en especial el transporte de trenes y sus 51 víctimas
en el accidente de Once- proteger a su Vice acusado de corrupción echando al
Procurador de la Nación y al juez de la causa y, por último, estatizando la ex
Ciccone. Y más. Negar la inseguridad, estatizar YPF, relanzar el conflicto de
Malvinas, avanzar sobre el Banco Ciudad, quebrar la alianza con Moyano y
fogonear la ruptura de la CGT, organizar el “Vatayon Militante”, llenar el
gobierno con jóvenes de La Cámpora, incentivar el adoctrinamiento en colegios
secundarios y escuelas primarias, acercarse cada día más a Chávez, etc.
Entonces
estalló el cacerolazo del 13 de septiembre.
Al fin,
la clase media salía de su letargo y de forma espontánea, a través de las redes
sociales, sin dirigentes ni referentes llenó la Plaza de Mayo y decenas de
plazas del interior. No era el odio lo que la unía sino la rabia. Jóvenes y
señoras de Barrio Norte, Palermo, Belgrano, Caballito mezclados, felices,
sorprendidos de su fuerza y su número, su poder. Lo que la oposición fue
incapaz de hacer- ponerle un freno al “vamos por todo”- lo estaban haciendo
ellos de la forma más fácil y natural posible, sin extrañas confabulaciones
previas, sin negociaciones, programas de mínima, consignas pactadas, oradores,
palcos, altoparlantes : sin nada de la estética de los actos programados desde
el poder, con sus decenas de micros rentados, militantes organizados, pancartas
y bombos. Nada del folclore político de los últimos 50 años. Algo insólito,
increíble.
El
impacto fue enorme. Ni los medios, ni los políticos de oposición, ni los
encuestadores ni el Gobierno había previsto que 200,000 personas coincidieran
en lugar y tiempo y en reclamos: No a la Re elección, basta de inseguridad, no
te tenemos miedo, tengo derecho a hacer con mi dinero lo que quiera.
El
Gobierno pasó del respeto formal (fue una marcha “importante”, hay que dar
lugar a que la gente se exprese) a la descalificación más agresiva ( “son los
que apoyaron los golpes militares”, “les interesa Miami más que San Juan”,
“iban bien vestidos”)
La
oposición se admiró y extrañó no haber conducido la marcha. Era un botin
electoral demasiado importante y había que ponerse al frente. Los intelectuales
opositores se alarmaron; espontaneismo, falta de liderazgo, manipulación de la
derecha, espejo del populismo del gobierno, etc.
Así las
cosas, el gobierno decidió poner en la heladera el plan reeleccionista y
apostar a que una economía que despuntaba mejor para 2013 y algunas medidas de
relanzamiento del consumo podrían aplacar a los caceroleros y permitir que en
una mejor oportunidad se dieran las condiciones para plantear la Reforma de la
Constitución.
Pero
los estrategas del Gobierno no estaban tranquilos: había que hacer un gesto
inusual, solo una quiebra histórica podría recuperar los votos perdidos de los
sectores medios.
La
“mesa chica” se declaró en sesión permanente. Se discutieron y analizaron
estrategias, tácticas, acuerdos, alianzas, actos, contramarchas, gestos,
anuncios, leyes, decretos, apariciones televisivas, estatizaciones,
espectáculos, promesas, amenazas, aprietes, denuncias, juicios, discursos.
Pero nada parecía servir: había que hacer algo
impensado, dramático, histórico.
Zanini:
Te acordas Cristina el hecho político que significó la muerte de Néstor
Cristina:
Cómo no me voy a acordar
Zanini:
Muchachos, lo tengo
Cristina,
Kunkel, Diana Conti, Hebe, Máximo: Que tenes??
Zanini:
La solución: El Plan Máximo
Cristina:
de qué se trata
Zanini:
Muy simple, como todos los buenos planes. Volver a patear el tablero, conmover
a toda la gente, recuperar el apoyo, enmudecer a la oposición y a los
caceroleros. Que Cristina “muera”.
Todos:
Pero que estas diciendo, te volviste loco?
Zanini:
Es muy simple. Durante el mes de febrero Cristina empieza a dar síntomas de
enfermedad. Deja de ir a Casa Rosada. Se refugia en Calafate. Empiezan a
lanzarse rumores: el cáncer, el viejo cáncer negado por la contra, reapareció. Cristina
esta muy mal. Le quedan pocos meses de vida. Conmoción. Actos de miles de
militantes. “Fuerza Cristina”. El 1 de marzo la Presidenta no puede dar el
discurso de apertura de las sesiones del Congreso. Los rumores ya son un
bramido, las redes sociales estallan, la gente se reúne angustiada. El 15 de
marzo se informa de un agravamiento del estado de salud. No se habla de otra
cosa. Por fin, el 17 de marzo, se conoce el desenlace: Cristina Fernández de
Kirchner acaba de pasar a la inmortalidad, a las 20.25 hs.
Todos:
Guau!
Zanini:
Entonces surge el operativo Máximo. La Cámpora exige que Máximo sea nombrado
Jefe de Gabinete y se prepare su candidatura para el 2015. Cristina se oculta
en Venezuela. Se organiza el velatorio público, a cajón cerrado, en Río
Gallegos, para tener todo controlado. Se ingresa el cajón a la cripta donde
descansa Néstor. Millones de personas en todo el país se reúnen a llorar a la
Presidenta. Los caceroleros se callan y, algunos, emocionados presentan su pésame
a la familia. La oposición presenta sus respetos y se autodisuelve.
En las
elecciones de 2013 las listas de diputados del Frente para la Victoria alcanzan
el 65% de los votos. Y en 2015, Máximo
Kirchner será votado por el 62%, la misma cantidad de votos que sacó Perón en
1973. Fin de la historia. Cristina sigue gobernando desde las sombras, Máximo
se asegura dos periodos consecutivos, no hay necesidad de reformar la Constitución
y el Modelo se garantiza la continuidad por décadas. El único sacrificio lo
tiene que hacer Cristina, pero bien vale la pena: Máximo en el Gobierno,
Cristina en el Poder.
Cristina:
APROBADO!
Así
fueron las cosas. Hoy, 25 de mayo de 2023 Máximo Kirchner le pasa la banda
presidencial a Flor Kirchner, en un emotivo acto, en el cual ambos lloraron en recuerdo
de Él y Ella. Yo, con más de 70 años aun sueño con irme a vivir a Uruguay,
pero, se sabe la patria tira. Mis amigos, mi familia están acá. Habrá que soportar
a Florencia ocho años. Quizás algún día las cosas cambien, la oposición termine
de unirse y la clase media recuerde de lo que fue capaz un 13 de septiembre de
2012. Pero lo veo algo difícil. Ya casi no queda clase media. En este país,
como Marx había profetizado, solo hay muy pocos ricos muy ricos y una enorme
mayoría de pobres, muy pobres.
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