Estas tres mágicas palabras -el programa de la Revolución
Francesa- nos han acompañado durante dos siglos como un grito de libertad, de redención,
de liberación de las cadenas.
Pero haciendo una crítica racional de sus contenidos podemos
afirmar que encierran tremendas ambigüedades y contradicciones y, de alguna
manera, han sido la causa de muchos de los malentendidos de la modernidad.
Veamos.
¿A qué “liberté” se refiere la consigna? ¿A la libertad
política o a la libertad individual? ¿A la libertad para elegir a un presidente
o a la libertad como límite para que ese presidente no me imponga
restricciones?
Me temo que se refiere, simplemente, a la libertad
“política”, una libertad que para nada garantiza los derechos de la persona.
La “egalité” es contradictoria con la “liberté”. Para ser
“iguales” hay que cercenar la libertad de los “no iguales”. La igualdad le saca
a unos para darle a otros. La igualdad es una quimera que ha conducido al
precipicio del totalitarismo. Igualdad es uniformidad, pensamiento único,
ingresos similares, mediocridad, no destacarse, no innovar, no tener éxito.
La única “egalité” que el liberalismo propone es la igualdad
ante la Ley: todos gozamos de los mismos derechos y obligaciones. ¿Pero a cual
de los dos contenidos se refiere la consigna francesa? Es evidente que al
primero.
La “fraternité” es aun más totalitaria que la “egalité”: el
gobierno nos ordena “ser fraternos”, crear una “hermandad”, amar a nuestro
prójimo, al punto de sacrificarnos por él. Además la “fraternité” es la madre
del chauvinismo: los argentinos debemos ser fraternos entre nosotros pero odiar
a uruguayos, chilenos y bolivianos.”Para un argentino no debe haber nada mejor
que otro argentino”. Una “hermandad” es una pequeña corporación autodefensiva,
excluyente del “otro”.
De esa fuente de confusiones salió el marxismo, el
nazifascismo, los nacionalismos. Pero no la libertad individual, la protección
de vida, bienes y libertad de cada individuo, el camino personal de búsqueda de
la felicidad.
Esos ideales fueron expuestos por la Revolución Americana y
negados por la Revolución Francesa.
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