El torpedo que Hayek le tira bajo la linea de flotación al racionalismo cartesiano es la crítica a la escisión mente-realidad que Descartes plantea como núcleo de su filosofía.
Mientras que Descartes imagina una mente racional, un sujeto pensante que se sienta frente a la realidad y la analiza, buscando verdades “claras y distintas”, Hayek propone que no existe una mente separada de la realidad, distinta: la mente es producto de la realidad y la realidad es producto de la mente. El cerebro evolucionó junto con “el cuerpo” del homínido y fue creando ciertas estructuras de percepción e interpretación de la realidad. La humanización creó al cerebro y el cerebro creó humanización. Las normas y los diagnósticos sobre la realidad se incorporaron a la realidad de la mente, no como algo externo sino constitutivo,
Esa visión de Hayek de hace medio siglo es hoy confirmada por las neurociencias y la psicología evolucionista.
Se habla hoy de que hay ya creado un “aparato cognitivo, emocional y moral” con el cual en individuo nace. El cerebro no es una “tabula rasa” virgen, esperando por percepciones del mundo externo , sino que cada persona viene al mundo con un “sistema operativo” que lo habilita para hablar a los dos años, relacionarse, aprender y ser capaz, a los 12 o 13 años de enfrentar solo la vida.
No existe un cerebro que crea normas, sino que las normas básicas ya vienen en el hardware de la especie.
Hoy se habla de un “cerebro moral”, e incluso se sabe en que zona del cerebro se aloja el aparato moral.
La pretensión cartesiana de que la Razón puede crear un mundo perfecto, a partir de su conocimiento claro y distinto, que puede crear moral, que puede crear un “hombre nuevo”, desterrar la codicia y transformar a las personas en seres fraternos es uno de los grandes relatos de la modernidad que ha creado pesadillas políticas, desde el Terror francés hasta las hambrunas de China o los campos de la muerte nazis o soviéticos.
Obviamente Descartes no es el responsable de esos extravíos. Pero sus ideas, sí.
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