La Utopía es una expresión de deseos: “me gustaría un mundo
donde no haya ricos ni pobres, en el que todos disfruten de los mismos bienes”,
es una Utopía.
En cambio, la Profecía es una afirmación sobre cómo será el
futuro, una presciencia de lo que con
seguridad ocurrirá: “ Y el mundo, al fin, será un lugar de igualdad, sin ricos
ni pobres, donde todos podrán disfrutar de los mismos bienes”.
La Utopía, ubicada en el lugar del puro deseo, es, por lo
tanto inocente: es solo la expresión de un ideal, al cual no se le asigna
ninguna probabilidad concreta de cumplimiento.
La Profecía, en cambio, es una “revelación”, un anticipo del
futuro. Intenta provocarlo al ser proferida: si usted no entiende como será el
futuro trabajará en contra del futuro. Conocer el futuro nos permite arribar a
él más fácilmente.
El marxismo tiene un elemento profético y un elemento
utópico. Ambos planos se mezclan, a veces en forma intrincada, por lo cual se
confunde una simple expresión de deseos con una supuesta capacidad científica
de prever el futuro. Es una utopía “científicamente” explicada: mi deseo, es el
deseo del Historia. Mi deseo se transforma en un resultado objetivo de la
Historia, al margen de mi práctica. La historia profetizada le da cuerpo,
entidad, probabilidad cierta a mi utopía.
En el Socialismo Utópico se diseñan planes de un mundo
perfecto. El Socialismo Científico intenta demostrar que esos “planes” no son
capricho de pensadores bienintencionados, sino necesidades objetivas de la
Historia y, por lo tanto, serán coronados por el éxito. Solo resta trabajar
para “crear las condiciones subjetivas” que den lugar al despliegue objetivo de
la realidad. Es esa tremenda seguridad en el éxito lo que otorga la confianza,
el entusiasmo, la alegría al militante socialista. Se sabe acompañado por la
Historia y desprecia a los que no entienden el mensaje que descubrió Carlos
Marx. La Nueva Sociedad no es un simple catálogo de buenas intenciones, es el
futuro, es lo que ocurrirá, tarde o temprano. Para que ocurra tienen que darse
ciertas condiciones “objetivas” (el desarrollo del capitalismo, hasta el punto
en el que las fuerzas productivas entren en conflicto con las relaciones de
producción) y condiciones “subjetivas” (que la clase obrera tenga conciencia de
su papel histórico, que deje de ser una “clase en-sí, para ser una “clase
para-sí).
El leninismo simplifica las cosas: no son necesarias, en
realidad, las “condiciones objetivas”. Rusia está lejos de los niveles de
desarrollo capitalista que existen en Inglaterra o Alemania, pero eso no
importa demasiado. Lo que falta de “objetividad” se compensa con un exceso de
“subjetividad”, de voluntad. De ahí su extraordinario énfasis en el Partido, la
expresión orgánica de la subjetividad, del puro deseo incansable de hacer
posible la Revolución. La “ciencia del Socialismo” se transforma en la “ciencia
de la Revolución”, en un manual de técnica de toma del poder, en el “Qué
hacer”. De ahí, la mística de la militancia: contra todas las condiciones
objetivas, el militante revolucionario debe tener fe en el éxito, debido a su
persistente e incansable actividad. El “militantismo”, el “activismo”, toman el
mando. Ya no se discute la “necesidad histórica” del Socialismo ni cómo será- o
como debiera ser- el Socialismo, una vez tomado el Poder. El medio ( la toma
del Poder para realizar el Socialismo) se transforma en el único fin. Los
“técnicos” de la Revolución solo discuten en términos de oportunidades de
debilitar al enemigo y de fortalecer “el campo revolucionario”.
De la Utopia de la libertad y la igualdad, se pasa a la
profesionalización de la toma del Poder. Los medios (la violencia, la supresión
de libertad para los “enemigos”, la muerte como recurso de la Revolución) están justificados, pierden dimensión moral. Criticar la acción de la
Cheka es “humanismo burgués”. “Un buen comunista es un buen chequista” dijo
Lenin, para acallar las criticas que entre muchos bolcheviques honestos
levantaba el accionar violento, arbitrario, asesino, de la Cheka, el órgano del
Poder revolucionario por excelencia, al que más recursos le dedicó el estado
soviético.
La utopia se tranforma en acción criminal justificada por el
fin de crear una Sociedad libre e igualitaria. El malentendido ya estaba
instalado. Cien millones de muertos esperaban.
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