martes, mayo 31, 2011

Dialogo de dos campesinos marxistas

Fritz y Frans son campesinos muy especiales. En sus largos inviernos con pocas tareas para realizar se han dedicado, desde hace treinta años, a leer El Capital y otras obras de Carlos Marx. Asisten regularmente a cursos on line sobre marxismo, discuten entre ellos y hasta se animan a escribir en un blog denominado “elmarxismonomorirajamas.blogspot.com”. A veces, forzados por las leyes del capitalismo, del mercado, tienen que hacer tratos económicos, intercambiar bienes, comprarse el uno al otros diversos productos.
Fritz ha tenido este año una extraordinaria cosecha de papas y Frans necesita papas para alimentar a sus cerdos, ya que esta temporada no ha conseguido a buen precio de alimento para cerdos, especialmente porque la fábrica de galletas que hay en el pueblo ha reducido su producción y tiene poco material de desecho, que es lo Frans compra para alimentar a sus cerdos.
Fritz, por su parte quiere comprar un cerdo para proveerse de jamón y embutidos para el resto del año. Está contento por la buena cosecha de papas que ha tenido y quiere darse un gusto, a él y a su mujer, Frida.
Por lo tanto, le envía un mail a Frans y le propone un trato: intercambiar papas por un cerdo.
-Ok, contesta Frans, no me vendrían mal unas bolsas de papas. Pero ¿Cuántas?
- Frans ¿acaso te olvidas de la sabiduría el Viejo Carlos? Tenemos que intercambiar dos mercancías por el mismo valor, sino habría explotación
- Correcto. Un cerdo por 10 bolsas de papas
Fritz, que era marxista pero no estúpido, contestó rápidamente:
- ¿Diez bolsas? Me parece que has bebido demasiada vodka polaca Frans. Creo que tres estaría muy bien.
- A ver, por qué tres y no diez? Veamos, mi amigo, apliquemos la sabiduría de Marx. Ambas mercancías deben representar el mismo valor, medido en el trabajo socialmente necesario para producir un cerdo y una bolsa de papas. A ver ¿ cual es el trabajo socialmente necesario que aplicaste tu para cosechar las papas esta temporada?
- Mmm, es un cálculo algo difícil de hacer: Hubo un clima estupendo, unas lluvias adecuadas y, en realidad, no trabajé más tiempo que otros años y obtuve un incremento del 50% de bolsas de papas.
- Para Marx, la naturaleza no crea valor, solo el trabajo socialmente necesario lo crea.
- Bueno, lo único que me puede guiar es que este año las papas bajaron un 10% su precio, justamente porque hubo muy buena cosecha
- Pero eso es un factor cambiante: ¿cual es promedio de trabajo necesario para producir una bolsa de papas? No confundas el vil precio, producto de fluctuaciones capitalistas caprichosas, con el Valor de una mercancía, que surge, insisto, de la cantidad de tiempo que se requiere en promedio para producirla.
- Bueno, hay que calcular que además de la simiente tuve contratar a dos peones para que levanten la cosecha.
- Y cuanto le pagaste por el trabajo?
- Poco, en realidad, ya que eran dos chicos jóvenes, dos turistas suecos que se pagaban su comida trabajando en cosechas. Ya deben estar en Paris.
- Bueno, pero tenían que comer y beber
- Sí, les di casa y comida por dos semanas. Y les pagué 10 dólares por día, o sea….14 días por 10 por 2: 380 dólares por cien bolsas de papas. A 3,8 dólares la bolsa.
- Ok. ¿Y pretendes darme solo dos bolsas que te costaron menos de 8 dólares por un hermoso cerdo de 200 kilos?
- Y mi ganancia?
- Me parece que el cerdo eres tu. ¿Acaso no conoces la Ley de la Plusvalía? Una parte de lo que te costó es para la reproducción de la fuerza de trabajo, y lo que obtengas al venderlo como plus , por encima del costo salarial- es la plusvalía, la explotación: y no quieras explotarme a mi! Me lo tienes que vender por 5 dólares, como mucho, si eres un buen marxista.
- Oye, te olvidas que les di casa y comida
- OK, calcula.
- Y que tuve que darles herramientas para que levanten la cosecha, algunas de las cuales se desgastaron bastante.
- OK, calcula
- Y que tuve que enseñarles a hacer bien el trabajo, para que no arruinen el producto
- OK, calcula
- Y que hace años invierto en tener las mejores simientes, compro las semillas más caras
- OK, calcula
- Oye, pero ESO (el capital acumulado, el conocimiento, la experiencia, la capacidad empresaria, la de dirigir a un equipo de trabajadores) ESO para Marx no crea valor
- Más vale! Era lo que te estaba diciendo: pretendes explotarme a mí, tu amigo, intentando subir el precio de la papa, que solo te costó 4 dólares la bolsa.
- Oye, no sé para Marx, pero para mi ESO SI CREA VALOR.
- Mmm, revisionismo de la peor calaña: estas discutiendo el carácter científico de los descubrimientos de Marx! Del principal de ellos: que el valor no lo crea la demanda, sino el tiempo socialmente necesario de trabajo.
- Y acaso el mío no es trabajo?
- NO, no y no! El único trabajo que reconoce Marx es el del obrero, no el del empresario, eso no es trabajo! Es un hobbie! Un entretenimiento de capitalista!
- Oye, que este entretenimiento me lleva media vida: que cuando hay mala cosecha paso hambre, que si no aprendo nuevas técnicas tengo magras cosechas, que tengo que comprar herramientas, afrontar mal tiempo o precios de mercado que no me compensan!
- Mmm, estas quejándote demasiado
- Y te olvidas de la hipoteca que estoy pagando por el campo: mil dólares por mes, que salen de mi “ganancia”. O sea, según Marx, la Naturaleza no genera valor, pero sin mi campo, no habría papas, aunque le pague a los peones. Y no habría papas sin mi trabajo previo de inversión. Y no habría papas si no me dedico a negociar su precio en el mercado, acarrearlas a las ferias, presentarlas de la mejor manera posible, hacerme amigo de los verduleros, adaptarme a los cambiantes gustos de los consumidores- hay centenares de variedades de papa- lo cual implica investigar etc., etc.
- En una palabra, te has transformado en un vil capitalista
- Sabes una cosa Frans, creo que Marx jamás visitó una producción de papas, ni ninguna otra industria. Oye, te propongo algo: dejemos de lado por un rato a Marx, estudiémoslo, que no deja de ser un gran escritor, pero no nos sirve para resolver nuestros asuntos. Escucha, ¿deseas mucho esas bolsas de papas?
- Sí, ya te dije que no consigo alimentos para cerdo
- Y cuantas bolsas estarías dispuesto a cambiar por un cerdo?
- Y…diez
- Estas muy lejos…
- Siete…
- Ya te acercas… dos
- Cinco
- Trato hecho!
- Y sin haber calculado el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un cerdo y tres bolsas de papas!
- Pero no me vas a negar que escribía bien el Viejo…

lunes, mayo 30, 2011

Murió un maestro: Rubén Zorrilla

De Rubén Zorrilla, uno de mis maestros
Durante tres años nos reunimos semanalmente con él para leer, analizar, reflexionar, discutir. Su disciplina era increible: estaba escribiendo un ensayo sobre el imperialismo, y hacia cinco años que estaba investigando el tema. Igualito que nuestros improvisados periodistas! Descanse en paz, en el lugar de los buenos.


Prólogo de "Sociedad de Alta Complejidad"

Desde que apareció, apenas intuida, a la sombra de una cada vez más extensa –e intensa– economía dineraria, la sociedad de alta complejidad –cuyo fundamento y sostén es el capitalismo– fue encarnizadamente combatida por la cultura tradicional y los personeros conspicuos de su herencia, quienes recogieron imprecaciones y condenas, a veces sólo insinuadas, de un pasado milenario.
El dinero, el interés, el capital, su acumulación y concentración, el lucro, la célebre plusvalía, el monopolio, entre otros términos críticos, fueron –en simple metáfora– los muñecos miserables, reiteradamente vilipendiados por una ética convencional, discrimi-natoria y sensiblera, que se negaba a comprender la nueva realidad del proceso histórico moderno, desencadenada por la audacia de la aventura, la inteligencia de la innovación y la porfía del trabajo incesante y meticuloso.
Las grandes máquinas, coordinadas en vastas organizaciones (pensemos en el ferrocarril), fueron caracterizadas como demonios. La tecnología, y la misma ciencia, han sido reiteradamente desestimadas por creadoras de incertidumbre y problemas (lo que es cierto) como si ésas no fueran las consecuencias necesarias de elegir entre opciones perentorias –realizadas por millones de personas–, todas las cuales tienen los mismos resultados inciertos y problemáticos. Pero mientras la tecnología y la ciencia nos lanzan al itinerario azaroso de vivir y aun exprimir lo desconocido y misterioso de la sociedad y la historia, su quiebra, o la abstención de producirlas, nos llevarían a la estabilidad de la inacción y a la nada, sin superar o enfrentar los problemas de vivir. Rifaríamos la propuesta imprevisible de crear y saber frente a lo desconocido que nos asedia. Dejaríamos de ser los astronautas del misterio, para gozar de la seguridad –por completo ilusoria– en el nicho de la ignorancia.
Las meras relaciones sociales de la sociedad compleja han recibido la condena de insolidarias, desalmadas, opacas e intrincadas, en elogio implícito o explícito, por contraste, de la sociedad simple, en la que todos sus miembros serían hermanos, compañeros o camaradas, y sus relaciones transparentes, signadas por la bondad y la comprensión. Este colectivismo idealizado choca estruendosamente con la realidad que ofrece la antropología, y sus inferencias acerca del remoto pasado humano. También es contradictorio con lo que sabemos de historia sobre el pasado de las sociedades actuales.
Las fallidas predicciones relativas a la “decadencia de Occidente” y “la caída del capitalismo” y de la sociedad de alta complejidad desde que esta se insinuó en la prime-ra mitad del siglo XIX –junto con el advenimiento de las propuestas socialistas– se han mostrado hasta ahora completamente equivocadas, aunque siempre se podrá decir que algo que existe habrá de terminar, y con razón, porque la vida medra en la dimensión incomprensible de lo perecedero. La cuestión radica en demostrar cómo y cuándo, porque todo, repito, muy probablemente es cierto que desaparecerá.
Aparte de estas atendibles advertencias, es indudable que la segunda mitad del siglo XX ha deparado un admirable progreso –en todos los planos– de la sociedad de alta complejidad, allí donde el capitalismo pudo desarrollarse. No obstante, cubre una porción minoritaria del planeta, aunque sin duda está en la proyección de todos los países que cuentan con una economía dineraria en crecimiento. Además, las resistencias a tole-rar su expansión han desatado terribles oposiciones, como el comunismo, el nacional–socialismo, el anarquismo, los nacionalismos populares, el terrorismo y sus mezclas diversas.
Todos los datos que podemos recoger, sin embargo, y las inferencias más probables que ellos hacen posible, sugieren que la sociedad de alta complejidad, con sus heladeras, sus hazañas médicas y astronáuticas, sus servicios de información plurales y libres, y el fantástico desarrollo de la ciencia y la tecnología, además de la vastedad inaudita de sus entretenimientos, entre otros aspectos que podrían agregarse –acaso más importantes– navegará airosamente, aunque no sin tragedias, entre los asedios de la incomprensión.
Es claro que no sabemos a dónde va. Pero en cualquier otra opción –si la hay– nos pasaría lo mismo, fuera diferente o contradictoria. Ni de nuestro vivir, ni de la misma vida sabemos por qué existe, ni para qué, ni cuál será su destino. Esta regresión a las raíces de la filosofía parece justificada porque a veces se hace necesario recordar lo obvio.
Los prodigiosos hallazgos de la sociedad de alta complejidad y del capitalismo han sido separados quirúrgicamente por quienes los combaten –sin darse cuenta, puesto que son valores compartidos por todos–, del progreso institucional y ético, surgidos de la matriz sociológica y cultural que los originó. Los fogonazos deslumbrantes de un descubrimiento cultural que llevó dos milenios y medio –con los inesperados anticipos del Renacimiento– fueron salvajemente arrancados de las raíces que los hacían posible, y sin las cuales no hubieran existido, ni siquiera en atisbos. Más: los elementos dinámicos de esa increíble mutación histórica fueron criminalizados como promotores de la pobreza material y la miseria ética, cuando, en rigor, abrían nuevas exploraciones en la tierra incógnita de la creación moral, que debía traducirse –penosamente, como siempre ocurre– en nuevas instituciones políticas, como el ejercicio de la democracia y la justicia independiente.
Los presuntos monigotes de la historia, aquellos que recibían las afrentas (el capital, el interés, el lucro, el dinero, para citar algunos), en tanto, seguían actuando imperturba-bles –como compete a su naturaleza inanimada– en la práctica ruin de la vida cotidiana, activando las pasiones, los cálculos y las acciones de toda la gente, desde príncipes y mendigos a los revolucionarios y reaccionarios del statu quo; desde los genios a los do-tados con poca inteligencia. ¿Por qué?
Es que la sociedad de alta complejidad y el capitalismo activan mecanismos vitales de la psicología humana. Por eso se mueven y triunfan en la acción de la gente común, a pesar de que el ambiente cultural es anticapitalista y añora la simplicidad, ingenua y desgraciada, de San Francisco, el mínimo y dulce. Aun los países del socialismo real, para sorpresa de sus inamovibles autócratas, incorporaban masivamente
–cuando podían– las gracias incomparables de los muñecos asesinos. ¿Por qué?
Aquí yace la trágica cantera del más grande de los malos entendidos de nuestro tiempo. Es que 250 años de progreso hasta ahora incesante –si bien plagado de conflic-tos, hecho común en la historia del homo sapiens– no son todavía convincentes para gran parte de la masa intelectual o intelectualizada. Muchos más de los que serían espe-rables de sus miembros –entre ellos una considerable cantidad de premios Nobel– no se han informado de datos y conocimientos elementales: por ejemplo, que desde hace ape-nas dos siglos el homo sapiens, en una pequeña porción de la Tierra, está sacando la nariz de las cavernas, allí, precisamente, donde reside la sociedad de alta complejidad.
Si siempre nos diéramos cuenta de nuestros errores; si la realidad fuera transparente, entonces –inclusive la vida de animales y plantas– no sería lo que es: una exploración incierta en las coerciones de los trabajos y los días. Además, no puede dejar de ser así.
No pienso lamentarme aquí de esos errores, dado que nuestra ignorancia es y será infinita. Pero podemos aprender indefinida aunque dolorosamente, si “nos damos cuenta”, a través de mejores argumentos y mejor información, que algo importante pasa a nuestro lado sin ser percibido. Darnos cuenta de que ahora contamos en Occidente con una gran sociedad, mejor que ninguna en el pasado, pero –como todas– con inmensos problemas, medidos desde la estatura de sus hazañas –aunque tratables desde un nivel completamente distinto al de la ignorancia de antaño–. Si no “nos damos cuenta” perde-remos la oportunidad de mejorarla y, lo que es peor, acaso la perdamos para siempre.
Este libro es un intento y una propuesta para “darse cuenta” de la naturaleza de la sociedad de alta complejidad y de sus relaciones con el subsistema capitalista. Como su contradictor –que pasa siempre como su alternativa teórica y práctica– es el socialismo, sus diferencias con él ocupan el núcleo central de las reflexiones que siguen.
Siento que esa polémica, implícita y ostensible a un tiempo, esté plagada de reitera-ciones. Pero lo que es o parece redundante está justificado para tener presente hipótesis, términos teóricos, datos empíricos y argumentaciones.
Todos estos elementos interpretativos forman parte de una perspectiva sociológica, que es dominante, pero que se halla relacionada con la ciencia política, la economía, la historia y la antropología social.
Agradezco a mis amigos Elena Valero Narváez, Luis Balcarce, Horacio Domínguez y Jorge Mercado su contribución en documentos y libros raros, o difíciles de hallar.
Inesperadamente, se me imponen a la memoria estos versos conclusivos y sin duda gratuitos, que expresan la atmósfera de mi intencionalidad:

Incógnito e irreparable,
muevo los hilos de estas trasgresiones inútiles,
secuestrado por la inocencia y la veracidad,
circunstanciando presentimientos e hipótesis
en los límites mismos de la plegaria y la indigencia.

jueves, mayo 26, 2011

La Madre Teresa: una exitosa y egoísta especuladora

Es extraordinario cómo los pensadores de la Escuela Austríaca desmitifican y “ponen en valor” palabras condenadas por el uso común.
Por ejemplo, “egoísmo”: según Von Mises el egoísmo es la tendencia a cumplir los objetivos individuales que cada ser humano se propone.

El ahorrador reduce su satisfacción presente en el deseo de aumentar el bienestar de mañana, ya sea propio o de sus causahabientes. Tales actuaciones vienen, desde luego, dictadas por motivaciones egoístas,
empleando este adjetivo en su sen ido más popular. Lo interesante
es que ese egoísmo beneficia a todos los componentes
de la sociedad y decisivamente contribuye al futuro bienestar
de la misma; engendra lo que hasta el dirigista más recalcitrante
no tiene otro remedio que calificar de desarrollo econámico
y de progreso social.


Sigue:

Los conceptos de egoísmo y altruismo, sin embargo, tal como
los intervencionistas los manejan, resultan vanos y contradictorios.
El hombre, al actuar, como más de una vez se ha destacado,
invariablemente aspira a provocar una situación que él aprecia
en más que la que piensa hubiera prevalecido en ausencia de la
correspondiente actuación . Toda humana actividad, en este sentido,
viene siempre dictada por el egoísmo. Qién entrega dinero
para alimentar niños hambrientos lo hace o bien porque piensa
que su acci6n será premiada en la otra vida o bien porque disfruta
más remediando la necesidad infantil que con cualquier otra
satisfacción que la suma en cuestión pudiera conseguir.


Para Von Mises, la madre Teresa sería buen ejemplo de egoísmo, ya que el sentido que quiso dar a su vida, los objetivos que se propuso y la elección del trabajo con los más humildes son ejemplo de determinación egoísta para cumplir fines propios, no de otro. Ella sentía un estado de insatisfacción – recordemos sus orígenes en una familia reconocida , con su padre como político de Albania- y actuó: decidió cambiar insatisfacción por satisfacción. La ayuda espiritual a los moribundos fue el medio que escogió para lograr su satisfacción, su felicidad. No hay una fórmula para la felicidad, afortunadamente: cada cual la busca a su manera.

Otra palabra despreciada es “especular”

Tal contrastación nos enseña que el enfrentarse con las condiciones
inciertas de un futuro siempre desconocido -o sea, el
especular- es característico de todo tipo de actuar (…)
De ahí que el efecto de la acción haya siempre
por fuerza de ser incierto. El actuar implica especular.


Especular, en la terminología de Von Mises, es estimar riesgos, calcular – con diversos grados de error- como estarán en el futuro los precios de los que se propone comprar, o los bienes que me propongo obtener; si valdrá la pena invertir tiempo o capital en cierta elección de alternativas (una carrera universitaria, un noviazgo, comprar oro, etc.)

En ese sentido la Madre Teresa especuló: optó por dar servicio entre los más pobres de los pobres. Decisión que, como ella cuenta , no estuvo exenta de dudas, al punto que casi abandona el proyecto. Pero finalmente, estimó, especuló con que su misión debía seguir adelante pese a las dificultades y dudas y obtuvo éxito (otra palabra con mala prensa)

Los egoístas especulando : esa exactamente la descripción del mercado libre: hombres que se sienten insatisfechos y por eso actúan, decidiendo entre alternativas. Al decidir por una de ellas especulan con que en el futuro obtendrán un beneficio mayor a los recursos que invierte. Que tendrán éxito.

No es casual, lógicamente, que las palabras claves que describen la libertad económica hayan sido transformadas en insultos. Es hora de reivindicar el egoísmo, la especulación y el éxito

lunes, mayo 23, 2011

Un texto para entender la realidad de Cuba: stalinismo de la peor especie

Palabras de Pedro Pablo Oliva
2011-05-23

A raíz de que fuera revocado como Delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular en Pinar del Río


"Les confieso que no hubiera querido hablar nunca de estas cosas. Han sido y son demasiado fuertes para tenerlas presente en mi memoria. Quisiera borrarlas. Si lo hago es porque algunos amigos me han pedido que no me quede callado y porque las cosas comenzaron a tomar un giro que me obliga a comunicarlas. Creo hoy que es lo mejor.

Amo mi país. Quienes me conocen saben que no es palabra dicha en falso. Preferí quedarme en mi sitio, ese que me vio empinar papalotes y recoger romerillos y que tanto necesitaba de un soplo nuevo y una visión diferente de las cosas.

Vengo del mundo de la creación artística y el pensamiento. No acostumbramos los artistas a quedarnos anclados en el terreno de lo que nos dicen, indagamos y vamos en busca de otra explicación del mundo y nos parece mucho más convincente un árbol repleto de flores que la demagogia de un funcionario. No dejamos nunca de cuestionarnos la realidad y transformarla, aún cuando nos digan ingenuos y desinformados.

Cuando hace unos cuantos años se me preguntó si estaba dispuesto a formar parte de la Asamblea Provincial del Poder Popular como Delegado y dije que sí, lo hice porque me pareció oportuno participar, en el contexto de la provincia, ayudando no solo con mi proyecto de la Casa Taller y con mi trabajo como creador, sino también con mi modesto criterio para contribuir al mejoramiento en la esfera de la cultura.

Por otra parte, pensé que era extraordinario conocer más de cerca el funcionamiento de un órgano que tenía vínculos más estrechos con el hombre cotidiano. La realidad siempre será mucho más que lo que puede decir la prensa o la televisión. La verdad que creemos palpable a veces puede resultar otra verdad.

Cuando se me citó para informarme sobre la denuncia que un delegado había presentado en mi contra con el criterio de que ya no poseía las condiciones necesarias, por las cuales fui elegido y que solicitaba se me evaluara para la separación de esa responsabilidad, confieso que nada me tomó por sorpresa.

Una serie de acontecimientos donde quedó involucrada la Casa Taller, desencadenó con el tiempo la carta que escribí a Yoani Sánchez y que fue publicada en su blog con mi aprobación. Considero hoy que aquellos sucesos fueron mal manejados por las instituciones públicas. El empleo de métodos violentos nunca sirvió ni servirá para aplacar nada en el mundo de las ideas (les remito a la Declaración de la Casa Taller publicada en su sitio www.casatalleroliva.org). También había concedido una entrevista para el programa radial de Miami “La noche se mueve”, dirigida por Edmundo García, quien ha realizado frecuentemente entrevistas en la isla a otros intelectuales cubanos.

Mis palabras expresadas en ambos sitios infringían o contradecían los estatutos ideológicos y el código de ética, por el cual se rige la estructura de gobierno, firmado por mí al asumir mi responsabilidad en el Poder Popular. Es por eso, que estuve de acuerdo con el delegado que hizo la denuncia.

Busco como todo ser humano que ama su país, una sociedad mejor, pero esa búsqueda no siempre tiene que coincidir con las ideas de un partido. No idealizo ninguna sociedad. No soy ciego, en las que he vivido, he palpado que las diferencias sociales acentúan la pobreza. La nuestra no ha cesado de tener sus remiendos cada cierto tiempo. Todas están ahí para mejorarlas con la crítica o el cuestionamiento.

Se me acusa, entre otras cosas, haber hecho públicos mis pensamientos en el “terreno de la disidencia”. No temo a ningún espacio. Por otra parte estoy convencido que ningún órgano de prensa oficial, ni periódico, ni radio, ni televisión, ni sitio web hubiese publicado mis palabras, aún cuando asumiera mi total responsabilidad. En todo caso, participar con ideas en otros espacios de debate no implica, en modo alguno, pensamientos semejantes.

Se me cuestiona también el mantener relaciones de amistad con ciertos “elementos contrarrevolucionarios”. Los amigos los escojo yo. La gente que me conoce sabe que lo mismo converso con un convencido comunista que con un liberal, una vendedora de dulces sin interés en la política, un jubilado, un maestro, un buquenque o el llamado agente Robin. No discrimino filiaciones políticas en mis relaciones con los demás.

Siempre he agradecido a un proceso social llamado Revolución y al cual, lo digo en la entrevista radial, le debo haberme podido formar como creador. Pero soy un hombre que no se queda callado ante lo que considera errado.
Quiero dejar algunas cosas claras porque también sé lidiar con la estrechez de pensamiento y las manipulaciones. No me paga la CIA, no me sostiene la Fundación Cubano Americana, ni ninguna otra, ni las embajadas Polaca y Checa con las que tengo las mejores relaciones culturales en un clima de respeto. Lo que poseo lo he logrado a fuerza de trabajo. Duro ha sido no haber perdido la lengua en estos años.

Las sociedades donde todo el mundo piensa igual, sobre todo en terrenos tan polémicos como la política o la ideología, no existen, y qué bueno. La inmovilidad de pensamiento es el cáncer de los procesos sociales. Los que me conocen del mundo artístico saben que siempre opté por la obra crítica porque me parecía que la primera función del arte era ayudar a mejorar la sociedad con el cuestionamiento o la denuncia. Eso me llevó a asumir unas veces el espíritu de un sociólogo, o de un psicólogo, y otras simplemente, el análisis del hombre-artista enfrentado a su tiempo. Dejar constancia de mi época fue el principio y fin de mi trabajo, recoger parte del estado espiritual de los años que me tocó vivir.

Todo material de pensamiento sobre Cuba es de mi interés, sea publicado dentro o fuera del país. Me gusta leer a quien piensa diferente. La isla hace rato que no termina en sus bordes.

Vivo en un país marcado cada día por gente obsesionada con partir a cualquier sitio. No es ese el país que soñé. Sé que el presidente de la nación está haciendo esfuerzos por organizar nuestra maltrecha economía, titánica labor, pero aún más lo será intentar unificar la nación espiritualmente. Ha sido mucho el desgarramiento. Pero eso sí, tengo el derecho a no estar de acuerdo con un método u otro. Tengo el derecho a la duda.

La comisión de ética creada para valorar la denuncia contra mí, determinó que me había pasado a “las filas de la disidencia”, en los términos que políticamente se valora en el país. Los demás delegados y hasta el presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular aprobaron no solo la calificación de “disidente” y “contrarrevolucionario” sino que aportaron, entre muchas, la de traidor a la Patria y hasta anexionista, expresiones que no había escuchado ni para los más radicales opositores. Me niego a aceptar esas acusaciones por el solo hecho de haber expresado mis ideas.
Tomamos la difícil decisión de cerrar la Casa Taller, porque la dirección del Poder Popular, consideró que el proyecto se había desviado de los objetivos culturales por los cuales fue fundado. Como si la cultura no fuese pensamiento, lucha y contradicciones.

Este hombre al que hoy le han colocado el traje de “disidente” o “contrarrevolucionario” no tiene ninguna intención de partir de este país. Esta tierra nos pertenece a todos por un derecho que no lo otorga un partido. Creo que fidelidad a la Patria no es fidelidad a un partido. Un partido es una propuesta social, y la Patria guarda en sí el pensamiento y el corazón de todos.

Seguiré soñando con un país mejor, derecho que tengo como ser humano. Aquí me quedo, esta es mi tierra y mi gente. Los conflictos del país, económicos, espirituales y políticos, tendrán que ser resueltos por nosotros los cubanos. Los que vivimos dentro y fuera, con nadie más. Duermo hoy tranquilo, mañana volveré a coger mis pinceles."

Pedro Pablo Oliva

domingo, mayo 22, 2011

Camboya, 1975-79: el culto a la muerte

El poder de los Kmer rojos en Camboya permite sin ningún resquicio de duda contemplar en su expresión más extrema y total, la degradación de la condición humana de la cual el stalinismo y el maoismo fueron antecedentes.pero allí se llegó al límite.

En China hubo 20 millones de muertos en los campos de concentración, pero estaba prohibida la tortura física (no la psicológica) y era raro el fusilamiento: la gente infraalimentada moría de hambre, de agotamiento y de enfermedad. Era obvio que el poder sabía que así terminarían sus rehenes, pero de alguna manera dejaban un resquicio de defensa: morían por su culpa, no en manos de sus captores.

El Gulalg era una empresa productiva de varios millones de esclavos que trabajaban en condiciones de penuria extrema y morían de frio, hambre y agotamiento. “culpa suya” dirian los guardianes. Stalin fusiló a “solo” dos millones de rusos: los otros cuarenta murieron de hambre con la colectivización rural, en los “traslados” de pueblos enteros a Siberia, en la construcción de canales, ferrocarriles, en la tala de bosques, en las minas: murieron “produciendo” riqueza, lo cual indicaba que había cierta preocupación por no acelerar la muerte de prisioneros tan útiles. El 10% de la economía soviética se basaba en estos esclavos: nadie mata a los esclavos, se le mueren de agotamiento, hambre, frío, enfermedades o se suicidan.

Además, hay una cierta “discriminación”: en la URSS no todas la categorías eran enemigas: la represión se centraba en ciertas etnias (tártaros, alemanes), categorías sociales (kulaks, vagabundos) , políticas (opositores socialistas o anarquistas, purgas periódicas) y solo excepcionalmente se reclutaban esclavos al azar (aunque hubiera ciertamente casos así).

Se lee en capitulo sobre Camboya de El Libro Negro del Comunismo, escrito por Jean-Louis Margolin:

“En la Kampuchea democrática no había cárceles, ni tribunales, ni universidades, ni institutos, ni moneda, ni correos, ni libros, ni deporte, ni distracciones…En una jornada de 24 horas no se toleraba ningún tiempo muerto. La vida cotidiana se dividía del modo siguiente: doce horas de trabajo físico, dos horas para comer, tres horas para el descanso y la educación, siete horas de sueño. Estábamos en un inmenso campo de concentración. Y no había Justicia. Era el Angkar el decidía todos los actos de nuestra vida “



“Debía acostumbrarse uno a la desaparición total de la enseñanza, la libertad de desplazamiento, del comercio lícito, de la medicina digna de ese nombre, de la religión, de la escritura, así como la imposición de estrictas normas indumentarias ( blusa negra, de largas mangas , abotonadas hasta el cuello) y de comportamiento ( nada de demostraciones de afecto, nada de peleas o de injurias, ni de quejas ni de lagrimas). Había que obedecer en forma ciega a las consignas, asistir (fingiendo escuchar) a las interminables reuniones, gritar o aclamar cuando se ordenaba, criticar a los demás y autocriticarse. (…) Es comprensible que los primeros tiempos del régimen hayan estado marcados por una epidemia de suicidios”

(...)

“El horror no necesita cifras para resultar obvio. (…) Lo que queda por cuantificar, es comprender lo siguiente: si ninguna categoría de la población se salvó ¿cuál era la más apuntada?¿Donde y cuando ocurrió eso?¿Como situar la tragedia de Camboya entre todas las de este siglo XX, y en el seno de su propia historia?”



Los diversos estudios varían en la estimación de víctimas entre uno y dos millones, para una población sobreviviente, en 1979, de 5.200.000 habitantes. Aun en 1990 no se había superado la cantidad de habitantes de 1970: una catástrofe humanitaria única, con cerca de un 20% de la población asesinada.

“La ruralización forzosa de los habitantes de las ciudades causó, como máximo, 400,000 víctimas, probablemente menos. La ejecuciones son el dato más inseguro, y su cifra media gira en torno a unas 500,000. (…) Las enfermedades y el hambre fueron, sin duda, las causas de mortalidad más importantes, con unos 700,000 probablemente por lo menos. Sliwinski señala la cifra de 900,000, incluyendo en ella las secuelas directas de la ruralización.”


La “política” de desarrollo económico produjo la reducción en un 50% del área de cultivos. Cuenta un testigo:


“ A ambos lados del camino se extendían hasta el infinito arrozales baldíos.

Busqué inútilmente labores de trasplante. Nada, salvo un grupo de muchachas al cabo de una decena de kilómetros.

¿Dónde estaban los cientos de jóvenes de brigadas móviles de las que hablaba todos los días la radio?

De vez en cuando, grupos de hombres y mujeres deambulaban, con aspecto ausente y un hatillo a la espalda. (…) Estos antiguos habitantes de las ciudades habían sido enviados en un primer momento, a las regiones desheredadas del sureste, donde frente a la indigencia total, debían hacerse una “nueva concepción del mundo”. Y, mientras tanto, las regiones fértiles permanecían sin mano de obra. La gente se moría de hambre en todo el país ¡y solo se explotaba una quinta parte de las tierras sembradas!

¿ A dónde había ido a parar la antigua mano de obra que trabajaba en aquellas tierras? Muchas preguntas quedaban sin respuesta.”



La clave proyecto económico eran las grandes obras de regadío, diques y canales: “Muchas obras se las llevó la primera crecida, hicieron discurrir o fluir el agua contra su sentido natural, encenegaron en unos meses. “las obras eran dirigidas no por ingenieros- clase de intelectuales despreciada como todas las demás- sino por campesinos sin experiencia. La Oficina Central – con fatal arrogancia de la omnisciencia- determinaba los calendarios de las tareas agrícolas desde lejos, independientemente de las condiciones locales. Se talaban árboles frutales – que cobijaban gorriones- dejando así sin alimento a los campesinos. “Junto a esto, mandos distantes, nimbados de omnipotencia, que apenas trabajaban con sus subordinados y daban órdenes sin tolerar la menor discusión”.

El resultado fue que la ración histórica de Camboya, de 400 gramos por día para un adulto, se transformó en menos de 250 gramos…cuando se la podía conseguir. El mercado negro adquirió un valor vital, lo mismo que la búsqueda individual de alimento, globalmente prohibida. La gente robaba alimentos públicos, los pocos gallineros privados y emprendía una caza de cangrejos, ranas, caracoles, ratas, lagartos, serpientes junto con brotes y tubérculos del bosque que devoraban crudos y fueron causa de gran número de muertes.

El hambre, obviamente, era el mejor argumento para obtener la sumisión total de una población debilitada, a fin de desterrar toda idea de fuga o resistencia.

“ La subalimentación crónica, que debilitaba los organismos, favoreció el conjunto de enfermedades (en particular la disentería) y acentuó su gravedad.” El edema generalizado por el aporte de excesiva sal, hacía su obra. “ Esta muerte relativamente tranquila (uno se debilita, luego zozobra en la inconciencia) acabó siendo tenida como envidiable por algunos”.

Los enfermos eran sospechados de holgazanería: “los hospitales eran lugares de eliminación de la población más que de curación”: allí se reducía la ración a la mitad y la falta de higiene propagaba infecciones letales.

El canibalismo se hizo presente. Era una practica aceptada entre los Kmeres rojos: “ En una cárcel se cuenta la extirpación del feto de una embarazad asesinada,. El feto se tira, y el resto se lo llevan acompañándolo con la siguiente reflexión, ”Para esta noche ya tenemos carne suficiente”!.(…) En este recurso a la antropofagia ¿no estamos ante un caso límite de un fenómeno mucho más general: el hundimiento de los valores, de los puntos de referencia morales y culturales, y en primer lugar de la compasión, virtud tan cardinal en el budismo? Paradojas del régimen de los Khmer rojos: afirmó querer crear una sociedad de igualdad, de justicia, de fraternidad, de olvido de uno mismo, y, como los demás poderes comunistas, provocó un frenesí inaudito del egoísmo, del cada uno para sí, de la desigualdad convertida en poder, de la arbitrariedad. Para sobrevivir, en primer lugar y sobre todo, había que saber mentir, robar y permanecer insensible”.

jueves, mayo 19, 2011

Un artículo de Rodolfo Pandolfi sobre el manejo de la política cultural

El ruido de la lata
Escribe Rodolfo Pandolfi


Un dato político casi sorprendente es la utilización, por parte del gobierno, de técnicas destinadas a avanzar sobre los sectores en que tradicionalmente era minoritario: científicos, protagonistas del espectáculo, músicos, pintores, intelectuales y miembros de la clase media culta. La ofensiva oficialista tiende a fragmentar la oposición y desinteresar al pueblo de los grandes temas que se discuten.
Para los políticos veteranos es curioso encontrar ahora a jóvenes que son partidarios de Cristina Kirchner. Al menos en los centros urbanos, ese territorio político había sido siempre opositor. Al mismo tiempo, la propaganda oficial busca atraer también así a los intelectuales. Contra toda la tradición que salta a la vista, por ejemplo, en los discursos del mismo Juan Domingo Perón, sus partidarios de ahora elijen fragmentos convenientes en sus debates internos.
El doble rasero o selección de indignaciones es un recurso cuya eficacia es incomprensible, pero funciona. Los países que mayor número de personas han torturado, asesinado, hecho desaparecer o utilizado para experimentos biológicos mortales son los mismos que denuncian sin cesar toda violación a los derechos humanos. Esas violaciones son malas cuando la practica la contraparte. Casi no es necesario citar ejemplos en ese sentido.
La estrategia comunicacional de las dictaduras, civiles o militares, se basa fundamentalmente en la discontinuidad. No es una casualidad que los programas de la televisión oficialista parcelen su discurso, lo maticen con humor y eviten que el televidente (o el escucha en el caso de un programa de radio) pueda razonar sobre lo que se dice. Esta técnica, asociada a la creencia en un enemigo único que maneja todas las críticas al gobierno es, en el fondo la esencia de la estrategia psicológica del totalitarismo light que se utiliza en estos tiempos.
Las torturas físicas se reemplazan por el agobio al pensamiento coherente y la negación del diálogo con la creación de un estereotipo, el enemigo único. A la vez, la sobrevaluación del factor sorpresa puede inclusive entretener pero no convence a largo plazo.
El tema fue muy estudiado por Max Picard. En su tiempo (finales de la década del 30 y principios del 40) el análisis se centraba necesariamente en la radio. Picard tomó un ejemplo concreto basado en un programa radial alemán: 6 de la mañana; gimnasia; 6 y 10 música ligera; luego, sucesivamente, noticias, lecciones de código Morse (muy difundido en ese tiempo), luego breve reflexión metafísica; enseguida estampas de la vida de un pueblo; a la 10 una pieza de música clásica; enseguida perspectivas del tiempo e impacto del mismo sobre la agricultura; más noticias, sobre todo del ámbito internacional; a las 11 música clásica; luego humor y así hasta el final.
El enemigo fue siempre presentado como astuto y perverso pero, a la vez, ridículo; los amigos se multiplicaban pero no existía seguridad sobre la lealtad de todos.
Dice Picard: “no contento con ser caótico, ese mundo de la radio produce caos, presenta los hechos sistemáticamente fuera de contexto y anula la relación de unos con otros.
“Se reflotan episodios que aparecen en medio de la niebla del olvido; no hay (en esa estrategia) un mundo exterior que deba ser comprendido, solamente un revoltijo y ninguna mente que lo comprenda porque la mente misma se ha transformado en un revoltijo. En ese tráfico de la radio, el ser humano ni elije ni examina sus objetos; un mundo liquido y descoyuntado pasa junto a un hombre descoyuntado y nada importa lo que pasa, nadie se interesa por nada, sólo que pasa algo. En esa procesión cualquier cosa puede arrastrase sin ser advertida”.
Picard agrega que a través de la comunicación oficial se genera un enorme vacío donde algo ruge, no se sabe si el bramido surge de los que mandan o de quienes son mandados; se alzan los brazos, no se sabe si para atacar o para defender, si se está con los verdugos o con los ahorcados”.
Los aullidos emitidos no están dirigidos solamente al pueblo sino, sobre todo, a los mismos puntales del poder. “Es como si un pedazo de lata, para probarse a sí mismo que sigue existiendo, estuviese siempre diciendo soy un pedazo roto de lata”.

martes, mayo 17, 2011

Escribir

Escribir es el intento de ordenar secuencialmente lo que transcurre en múltiples planos de la mente. La mente es un incesante ronronear de protoideas, deseos, recuerdos, imágenes…y muchas cosas más aun no descriptas. De ese caldero tienen que salir en forma coherente, ordenada y comprensible unas palabras que remitan sin equívocos a conceptos más o menos complejos. Menuda tarea.
Escribir, de algún modo, disciplina la mente, la obliga a pensar en términos comunicables, a desplegar un argumento, una estructura narrativa, una forma inteligible de plantear un problema o una idea, desarrollarla y cerrar con unas conclusiones claras. Si se escribe claro, se piensa claro, y, posiblemente se habla claro.
El lenguaje escrito – especialmente el de periodistas e intelectuales - sin embargo, es por lo general fuente de confusión, de malos entendidos, en vez de ser el modo de comunicar pocas y claras ideas o argumentos. Como ya lo señaló Popper, los intelectuales, de Hegel en adelante, han creído que cuanta más oscuridad, más profundidad. Este críptico lenguaje que se despliega en incontables libros y artículos no es inocente. De algún modo nos dice:” la realidad es muy compleja, tanto que mi propio intento de entenderla y expresarla acentúa el carácter de la complejidad. Mi texto confuso y polisémico se suma a la realidad con el secreto objetivo de hacerla aún más incomprensible.”
Popper les recomienda que, ya que la sociedad pagó sus estudios universitarios, hagan honor al compromiso tácito y se entrenen para que sus ideas puedan ser comprendidas por mucha gente, no solo por los miembros de su tribu intelectual.
No es fácil: la tendencia de los filósofos y pensadores de la matriz hegeliana a profundizar en la oscuridad es casi compulsiva.
Leer a intelectuales contracorriente como Popper, Hayek, Mises o Berlin es entrar en un mundo comprensible, en una especie de remanso en el cual unas mentes agobiadas por la oscuridad encuentran al fin trazas de la verdad. Puede uno no coincidir con todas las ideas, pero en todo caso se sabe en qué cosas uno puede disentir. Pero, ¿cómo disentir con Foucault, cuando en el fondo sabemos que no lo hemos comprendido del todo?
El relato, la crónica, han desaparecido, reemplazados por la “interpretación” de la realidad. Se construyen argumentos sustentados en supuestos hechos históricos, pero no se intenta divulgar esos hechos. Por ejemplo, las cátedras secundarias de Historia (argentina o universal) son el lugar en que se exponen teorías sobre la Historia, pero jamás la historia misma. Es el lugar de la rápida etiquetación: “triunfo de la burguesía, ascenso de las clases medias, resistencia popular a los intentos de dominación”, y otras tantas etiquetas que narran la realidad, no la muestran, sino que la utilizan como asiento para propagar determinadas ideas sociales y políticas.
Yo propondría, como ejercicio para intelectuales confusos, la lectura de la historia (por ejemplo las memorias de Churchill, o los libros de Evans sobre el nazismo, o a Juan Bautista Alberdi) para aprender , modestamente, a comunicar hechos e ideas, sin mezclarlos, sin oscurecerlos, abandonando la retórica de las palabras esdrújulas.

domingo, mayo 15, 2011

La mayor hambruna de la Historia: China 1959-1961

(Basado en el capitulo sobre China de El Libro Negro del Comunismo, por Jean-Louis Margolin)

Los crímenes del socialismo real pueden agruparse en la siguientes categorías

- Ataque, represión y muerte a miembros y los representantes políticos de la burguesía, la aristocracia, la Iglesia.
- Ataque, represión y muerte a intelectuales, escritores y artistas no socialistas.
- Ataque, represión y muerte a opositores y disidentes
- Ataque, represión y muerte a los militantes de partidos de izquierda no comunista (socialistas, anarquistas, socialdemócratas, etc.)
- Ataque , represión y muerte a categorías sociales y étnicas (kulaks, campesinos medios, comerciantes, minorías nacionales, marginales, etc.)
- Purgas internas en el Partido Comunista
- Represión indiscriminada al pueblo llano para cumplir con cuotas prefijadas de esclavos para el Gulag o con propósito de infundir terror
- Grandes procesos de colectivización agraria (Ucrania, China) que provocaron hambruna y millones de muertos

La colectivización del campo en China, “el Gran Salto Adelante” fue sin lugar a dudas la operación más sangrienta de la historia de la Humanidad: entre 20 y 30 millones de campesinos murieron entre 1959 y 1961.
Vale la pena entrar en los detalles, ahí donde una simple estadística se convierte en un grito de dolor.

El Plan. La “fatal arrogancia”

El Presidente Mao Tse Tung, en vistas del éxito de la colectivización agraria de 1955- que agrupaba a los campesinos por aldea, con derecho a retirarse de la cooperativa- decidió dar el “gran salto adelante”: alterar el modo de vida de los campesinos agrupándolos en gigantescas unidades de decenas de miles de familias (las “comunas populares”) donde desaparece toda propiedad privada (hasta de la comida y las herramientas); concentrar las explotaciones en enormes extensiones, gracias a faraónicos trabajos de regadío y nuevas técnicas de cultivo; terminar con la separación entre agricultura e industria, construyendo altos hornos en cada explotación.
Pretendió así que un solo hombre, una sola cabeza, reemplazara el conocimiento de cien generaciones de campesinos chinos , que fueron adaptándose a cada nicho ecológico en busca del mejor rendimiento de sus cultivos. Hacer tabla rasa con ese conocimiento acumulado y pretender reemplazarlo por el Plan de una mente “brillante” es la fatal arrogancia en la que cayó Mao.
Al principio todo marchaba bien. Banderas desplegadas, voluntad, decisión, mística revolucionaria hacen incrementar la producción agrícola. La “emulación revolucionaria” lleva a suprimir totalmente las parcelas privadas, eliminar los mercados, imponer la prohibición de abandonar la explotación agrícola. Todos los objetos de metal son requisados para fundirlos en las acerías.


Los errores de concepción técnica

Basados en la absurda neo-ciencia proletaria del soviético Lysenko- un intento ridículo de negar la “genética burguesa”- se cometen errores técnicos irreversibles: basados en que las semillas prefieren estar juntas que separadas- por aquello de la “solidaridad”- se ultrautilizaron los semilleros de cinco a diez veces su capacidad normal con el resultado de matar a las plantas jóvenes. Además, “las labores profundas resecan la tierra o hacen que ascienda la sal; trigo y maíz no se hacen muy buena compañía en los mismos campos, y la sustitución de la cebada por el trigo en las tierras altas del Tíbet es sencillamente catastrófica.
Otros “errores” son de iniciativa nacional: el exterminio de los gorriones comedores de grano ha provocado la proliferación de parásitos; cantidad de obras hídricas, hechas deprisa y corriendo y mal coordinadas unas con otras, resultan inútiles e incluso peligrosas y su construcción cuesta cara en vidas humanas (10 mil de cada 60 mil trabajadores en una obra en Henan). La voluntad de apostar el futuro a una enorme cosecha de cereales arruina las pequeñas actividades agrícolas anexas, incluida la ganadería, indispensables a menudo para el equilibrio alimentario. En Fuijan, plantaciones de té de fortísimo valor añadido, son reconvertidas en arrozales.”

Se saca gente del campo para aplicarla a la industria- gente que se suma a la población no productora de alimento y que habrá que alimentar- y se reduce incluso la superficie sembrada confiados en el incremento de la productividad: “El resultado de esta combinación de “delirio económica y mentira política” son esas cosechas de 1960, que los campesinos no tienen siquiera fuerza para recoger. “

La mentira estadística

No tardan los dirigentes en advertir que los resultados van menguando: se miente sistemáticamente en las estadísticas de producción: “Es menos arriesgado para un mando alterar sus estadísticas, aun a costa de exprimir de forma insoportable a sus administrados para que, del modo que sea, proporcionen las entregas previstas, que confesar no haber cumplido los objetivos sacrosantos. (…) En 1958-59 cuanto mayor es una mentira , más rápida será la promoción del autor: la huida hacia adelante es total, los “termómetros” están todos rotos, y los críticos potenciales en la cárcel o en las obras de irrigación” . Se inventan cantidades de granos inexistentes ¡qué el Estado exige sean entregadas!.

Los resultados


Henan , una de las provincias “modelo” registra entre dos y ocho millones de muertos, según diversas estimaciones. La cosecha de 1960, de 143 millones de toneladas es inferior en un 27% a la de 1957: ¡se ha caído al nivel de 1950, pero con 100 millones más de chinos! El precio del arroz se multiplicó por 15 en los mercados libres o negros. En Anhui, las tasas de mortalidad se disparan al 7% anual, frente al 1,5% de los periodos normales, la natalidad baja de del 3% al 1%. Para colmo , como la política era que cada comuna debía ser autosuficiente, los traslados interprovinciales de víveres quedan prohibidos: las provincias superabundantes no podían ayudar a las deficitarias. Aparece el canibalismo. Los vecinos de la aldea se intercambian sus hijos para evitar el horror de comer a sus propios vástagos, reemplazado por el horror de comer a los amigos de sus hijos…
Para todo el país, la mortalidad se dispara en 1960 al 3%: “las pérdidas ligadas a la sobre mortalidad de hambre pueden evaluarse, de 1959 a 1961, entre 20 millones (cifra cuasi oficial en China desde 1988) a 43 millones de personas. Nos enfrentamos , verosímilmente, a la hambruna mas grave (al menos en cifras absolutas) de toda la historia de China (la segunda sería la de 1877-1878 en el norte del país, que provocó entre 9 y 13 millones de víctimas), y sin duda también de la historia del mundo.”

La falta de corrección del Plan

Ante un Plan que da malos resultados, el buen sentido político indica que hay que corregir el rumbo. Pero el Presidente Mao no estaba dispuesto a reconocer el error. Las crecientes tensiones con la URSS y “el ataque al buró político del Partido Comunista realizado por el prestigioso Mariscal Peng Dehuai en contra de la estrategia querida por el propio Mao, llevaron a este último, por razones de pura técnica política, a negarse a reconocer la menor dificultad, para admitir así el menor error. El demasiado lúcido ministro de Defensa es sustituido por Lin Biao, que se revelará como una criatura servil al Timonel”
La culpa era de otros, como siempre: “Los activistas están convencidos, como Mao, de que todas las dificultades provienen de los campesinos, que esconden el grano: según el secretario de la prefectura de Xinyang (10 millones de habitantes) donde se había iniciado la primera comuna popular del país, “no es que el alimento falte. Hay grano en cantidad, pero el 90% de los habitantes tienen problemas ideológicos”.

La represión contra los campesinos

Se desencadena una feroz represión contra los campesinos: 10 mil encarcelados, orden de romper todos los utensilios de cocina para impedir la autoalimentación, se prohíbe cualquier tipo de fuego, aun en invierno. “Los excesos de la represión son terroríficos: torturas sistemáticas a millones de detenidos, niños muertos, puestos a hervir y luego utilizado como abono (…) En Anhui, donde se proclama la intención de “mantener la bandera roja incluso con el 99% de muertos” los mandos recuperan las buenas y antiguas tradiciones de enterramiento en vida y tortura con hierro candente. (…) los aldeanos desesperados que intentan trasladarse a las ciudades son recibidos en estas con metralla”
Los relatos estremecen: “ Pléyades de hambrientos que intentan comer caldos de hierba, de cortezas de árbol, de hojas de álamo en las ciudades, vagando por los caminos en busca de pitanza, tratando de saquear los convoyes de víveres (…) las tres cuartas partes de la brigada de trabajo de Jean Pasqualini [ un testigo] en agosto de 1960 habían muerto un año después o se encontraban moribundos, y los sobrevivientes se veían obligados a buscar granos de maíz no digeridos en los excrementos de los caballos, y gusanos en las boñigas de las vacas”

El fin de la pesadilla

Se toman algunas medidas “correctivas” que lo empeoran todo: se incentiva la exportación de grano a la URSS, se rechaza la ayuda de EEUU.
Por último, a pesar del temor de criticar la política del Presidente, el número dos Liu Shaoqi “pudo poner al presidente del partido a la defensiva e imponer casi una vuelta a la colectivización “suave” anterior a la formación de las comunas populares: parcelas privadas, mercados campesinos, empresas artesanales libres y desconcentración en el nivel de la brigada de trabajo (equivalente a la antigua aldea) de la gestión de las actividades campesinas.”
La recuperación fue muy lenta, debido al profundo mal causado por el “gran salto adelante”: recién en 1983 se alcanzó el nivel de producción agraria de 1952, treinta años de retraso.
“No es sorprendente que sean los pequeños campesinos quienes, respondiendo con entusiasmo a las reformas liberales de Deng Xiaoping, hayan sido la punta de lanza de la reintroducción de la economía de mercado en China, exactamente veinte años después del lanzamiento de las comunas populares”

viernes, mayo 13, 2011

La claridad de Miriam Celaya: el aumento de la represión en Cuba

Represión: cantera de disidencia


Tras la clausura del VI Congreso del Partido Comunista, que dejara oficialmente aprobado el estancamiento del sistema y burlara las aspiraciones de cambios de grandes sectores sociales, incluyendo sectores oficialistas, el único punto de la agenda oficial que parece estarse cumpliendo a cabalidad es la represión de los grupos alternativos que han venido marcando un crecimiento significativo en los últimos años.

Durante el mes de abril y en los días transcurridos hasta hoy, hemos asistido a un marcado recrudecimiento de las acciones de hostigamiento, detenciones, intimidaciones, allanamiento de viviendas, decomisos y amenazas contra miembros de la disidencia, tanto de partidos opositores como de representantes de la sociedad civil independiente, en una escalada represiva que incluso provocó la muerte de un ciudadano, Juan Wilfredo Soto, el pasado 8 de mayo (Día de las Madres), en la ciudad de Santa Clara, víctima de una brutal golpiza de la policía local.

Reducir a los inconformes y, de paso, reforzar el temor de la población, es la estrategia elegida por el General “reformista”, que pretende establecer sus medidas cosméticas en base a conservar el control más absoluto sobre las acciones y el pensamiento sociales, en un país donde las crispaciones y la ausencia de derechos, largamente conculcados por la dictadura, siguen acumulando ingredientes para un caldo de cultivo propicio a un eventual proceso de manifestaciones ciudadanas. El General quiere instaurar una paz artificial, aunque para sus celosos subordinados –que no se caracterizan exactamente por poseer un elevado coeficiente de inteligencia– ésta sea literalmente la paz de los sepulcros. Es por ello que, con el cinismo que permite la impunidad, los medios de difusión oficiales se apresuraron, con una inhabitual celeridad, a “esclarecer” con su “fortaleza moral”, su propia verdad: el “occiso” (cuyo significado exacto, según el diccionario Aristos, es muerto violentamente) no pasaba de ser “un delincuente” que “cumplió sanción de privación de libertad durante dos años”. En síntesis, desde la perspectiva del régimen, Juan Wilfredo merecía morir; aunque no sería coherente suponer que el linchamiento por patadas a un opositor fuera exactamente la intención del General cuando llamó desde su simulacro de congreso a que los revolucionarios defendiesen las calles.

Simultáneamente, las autoridades están desarrollando también una callada pero sostenida labor de purga dentro de los espacios oficialistas, aplicando medidas extremas ante cualquier sospecha, fundamentalmente en lo relacionado con la utilización de la Internet. En este sentido, la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA), ahora controlada completamente por el Ministerio de las Fuerzas Armadas, ha llegado al extremo de expulsar de sus puestos de trabajo a jóvenes informáticos, por las absurdamente punibles circunstancias de haberse conectado en alguna ocasión a Facebook, de “usar excesivamente la Internet”, o bajo el pretexto de que los responsables de la seguridad informática “han perdido la pista” de los sitios a los que se han conectado, lo que demuestra que las redes sociales y el acceso a la información constituyen hoy por hoy verdaderas amenazas para el régimen.

Un cuidadoso monitoreo sobre sus empleados, obligados a justificar convincentemente cada minuto de navegación virtual, contribuye colateralmente al establecimiento de un estado de temor permanente en los individuos, que se saben vigilados. Paradójicamente, tal sistema solo consigue sembrar un sentimiento de rechazo al gobierno, debido a que los jóvenes sujetos a semejantes controles perciben con mayor claridad la castración de sus libertades.

En fin, que si la represión física y psicológica es la carta estratégica elegida por el régimen, poco le quedaría por hacer. Es el método más eficaz que pudiera encontrar para contribuir más temprano que tarde a nutrir las filas de la disidencia.

Los campos de Europa Oriental

Pitesti, Rumania

Yo ya creía saber todo sobre el Gulag. Mi capacidad de asombro ya había sido colmada por los relatos de ese horror. Pero acabo de leer el estremecedor relato de los campos rumanos. Pareciera que Rumania estableció algún tipo de competencia con la Unión Soviética para crear la más bizarra y terrorífica forma de tortura, como si su inventor figurara , a partir de allí, en el libro de los Héroes del Comunismo.
El “toque” rumano- aplicado en el campo de Pitesti- incluía un método de lavado de cerebro que nunca se había ensayado en la URSS: pretendía lograr una conversión interior del preso, su transformación en “otra persona”, en un creyente fervoroso en las verdades del comunismo.
Las cuatro fases del método eran las siguientes.
- “Desenmascaramiento exterior”: se obligaba al prisionero a confesar las “traiciones” de amigos o familiares
- “Desenmascaramiento interior”: se los obligaba a denunciar a quien los hubiera ayudado en la cárcel.
- “Desenmascaramiento moral público”: se exigía al detenido blasfemar contra todo lo que considerara sagrado: familia, novia, Dios, amigos.
- “ Reeducación al amigo”: el detenido debía “reeducar” a su mejor amigo del campo, torturándolo con sus propias manos y convirtiéndose él mismo en verdugo.
Cada fase era acompañada por torturas permanentes: algunas duraban dos meses. Cuenta el escritor rumano Virgil Ierunca:
” Fue practicada toda la gama de suplicios: quemaduras de cigarrillo en diversas partes del cuerpo, prisioneros que tenían las nalgas necrosadas y se les caía la carne a pedazos como si fueran leprosos. Se obligaba a algunos a tragar toda clase de excrementos y cuando vomitaban les metían sus vómitos en la garganta (…) Los creyentes eran “bautizados” todas las mañanas del siguiente modo: se les sumergía la cabeza en los cubos llenos de orines y restos fecales mientras que los otros presos repetían a su alrededor la fórmula bautismal. (…) A los seminaristas se los obligaba a oficiar misas negras (…) Llamaban a la santísima Virgen “las gran puta” y a Jesús “el cabrón que murió en la cruz”. El seminarista que hacía el papel de sacerdote tenía que desnudarse completamente y le envolvían en una sábana manchada de excrementos.”

Lovech, Bulgaria

También Bulgaria quiso ensayar “una vía nacional hacia el Gulag”. En el campo de Lovech se intentó volver a la Edad de Piedra: los detenidos eran asesinados a palos, simplemente. Este monstruoso experimento duró hasta 1961, años después del “deshielo” y la denuncia de los crímenes de Stalin por Kruschev.
Cuenta Tristán Todorov:
“ Durante la llamada de la mañana el jefe del campo escogía a sus víctimas; tiene la costumbre de sacar de su bolsillo un trocito de espejo y ofrecérselo: “Toma, ¡mírate por última vez!” Los condenados reciben entonces un saco que servirá más tarde para transportar su cadáver al campo: deben llevarlo ellos mismos, como Cristo su cruz camino al Gólgota. Salen para la obra, en este caso, una cantera de piedra. Allí serán golpeados hasta morir por los jefes de la brigada y cerrados en su saco con un trozo de alambre. Por la tarde, sus compañeros les traerán de vuelta al campo, cargados sobre una carretilla, y los cadáveres serán apilados detrás de los aseos- hasta que haya veinte, para que el camión no haga el viaje vacío-. Los que no hayan cumplido las normas durante el día serán señalados durante la llamada de noche.: el responsable de la policía dibujará con el extremo de su bastón un círculo en la arena: los que sean invitados a entrar a él morirán destrozados a golpes.”
¿Se justificaba en los años 50 tal grado de locura homicida? ¿Estaba en peligro el comunismo europeo, por lo cual eran explicables estas formas de represión?. Como dice el autor del capitulo sobre Europa Oriental, en el Libro Negro del Comunismo, Karel Bartosek,
“ Todavía hoy, tropezamos a veces, a propósito de la historia del comunismo, con el discurso que alude al “contexto de la época”, al “aspecto social”, etc.¿No está este discurso sostenido por una aproximación ideológica de la Historia y un “revisionismo” que no respetan los hechos establecidos y se oponen a una verdadera investigación de la verdad?¿No deberían, los que son sensibles a ello, volcarse del lado de la dimensión social de la represión, especialmente sobre el pueblo llano?”

sábado, mayo 07, 2011

jueves, mayo 05, 2011

Un artículo de Rodolfo Pandolfi sobre ben Laden y los rumores

Ben Laden
Escribe Rodolfo Pandolfi


La muerte de Osama ben Laden, ejecutado por agentes de los Estados Unidos en Pakistán, se presta a numerosos rumores e interpretaciones.
Por lo pronto, resulta llamativo que en lugar de estar escondido en un sótano, el terrorista más buscado del mundo viviera en un lujoso chalet cuya valuación, según se dice, no podría ser menor a un millón de dólares. La casona era grande, vistosa y visible. No se percibía que el jefe de Al Qaeda se moviera de ese dominio pero todo indica que la Inteligencia de Pakistán, sin ninguna simpatía por el magnate, se hubiera molestado en averiguar de quien era ese domicilio. En segundo lugar, en círculos políticos y militares de los Estados Unidos se sabía que existía un operativo de gran importancia en preparación.
La muerte de ben Laden fue una sorpresa inesperada pero encuadrada en la lógica.
El anuncio formulado por el presidente Barack Obama tuvo un significado muy fuerte. Si la noticia no hubiera correspondido a la información era impensable que el anuncio fuera formulado por el Presidente. Puede recordarse el costo político que tuvo el Watergate para Richard Nixon.
No obstante, existieron rumores en algunos países del mundo sobre la veracidad de los hechos narrados. Los rumores siempre brotan de acontecimientos sorpresivos y de importancia. El episodio rutinario o insignificante no deja lugar para el rumor. Por otra parte, el hecho que motiva al rumor tiene ser en mayor o menor medida esperado.
Cuando el general Juan Domingo Perón murió, mucho dijeron que su fallecimiento se había producido dos días antes. En el caso del deceso de Eva Perón, la información pública se dio a conocer con un error intencional de solamente cinco minutos porque decir 20:25 daba sensación de algo más preciso que anunciar la hora real (20:30, que la gente traduciría enseguida como “murió a las ocho y media”).
No hay mucho espacio psicológico para difundir rumores falsos sobre hechos importantes. La gente, en general, huele si algo es verdadero o falso a través del emisor de la noticia. Es impensable, sobre todo en el caso de USA, la posibilidad que un jefe de Estado difunda bolos. La duración de los rumores es breve. Los personajes deben ser siempre individuos muy conocidas y los hechos difundidos suelen dejar algún hueco para el rumor falso.
En el caso de ben Laden, la ausencia de fotografías de su cadáver, aunque sí de los cuerpos de sus custodios, llamó tanto la atención como el cajón vacio que supuestamente contenía los restos del presidente argentino Néstor Kirchner. Aquí se verifica otro principio sobre lo enunciado: los rumores respecto a que el mandatario argentino estaba vivo desaparecieron enseguida. En los años más críticos de la segunda guerra mundial, la Inteligencia americana se encontró con el problema de los rumores difundidos por sus enemigos a fin de crear desconcierto en la población. La fórmula para combatir esos cuchicheos fue sencilla: “el rumor corre por falta de noticias. Por consiguiente, debemos proporcionar al pueblo noticias totalmente exactas. en forma rápida, sobre cada acontecimiento, favorable o desfavorable”.
En Gran Bretaña, la ausencia de pánico durante los días en que los alemanes bombardeaban continuamente se debió a que la población estaba segura que el gobierno informaba con precisión sobre todo hecho y por lo tanto cada habitante sabía lo malo. La psicología popular no necesitaba inventar fantasmas.
El 7 de diciembre de 1941 Japón atacó en forma sorpresiva a Pearl Harbor y en Estados Unidos existían quienes decían que la derrota había sido mucho mayor que la correspondiente a las cifras oficiales.
En el caso de Pearl Harbor algunas personas llegaron a afirmar que había sido aniquilada la flota de Estados Unidos en el Océano Pacífico, lo cual dejaba indefenso a ese país. Se agregaba que por lo menos mil aviones militares americanos habían sido destruidos en tierra y se agregaba que el número de soldados y marines de USA que había muerto era muy superior al anunciado.
Existió un silencio táctico de los americanos, que dejaron absorber la gravedad de la situación difundida con más énfasis que el correspondiente a la realidad. Recién el 24 de febrero de 1942, es decir más de dos meses después de los hechos, el presidente Franklin Delano Roosevelt decidió desvirtuar los rumores falsos y divulgar toda la verdad compatible con elementales normas de seguridad. Expresó las cifras exactas y los miedos de la gente disminuyeron en forma extraordinaria. Nadie podía pensar que un presidente jugara todo su prestigio, para colmo en tiempos de guerra, para mentir. Roosevelt debía cuidar mucho la confianza de sus compatriotas para que estos aceptaran jugarse en condiciones derivadas de la sorpresa, de diversos miedos y de la separación de las familias por la convocatoria a filas de los varones adultos. La decisión del presidente tuvo mucho que ver con una encuesta realizada el 10 de febrero de 1942 que constaba de la siguiente pregunta: “¿Cree usted que nuestras pérdidas en Pearl Harbor fueron mayores o mucho mayores que las difundidas o piensa que fueron equivalentes o menores a las anunciadas?”. El 69% contestó que el desastre había sido más grave o mucho más grave que el reflejado en los comunicados oficiales. Después de haber escuchado el mensaje presidencial la tendencia se invirtió en forma categórica.

Fachos

Está de moda llamar "fachos" a todos los que renegamos del discurso unico progresista. En este sentido Karl Popper sería un facho más, un mero agente de "la derecha". La Sociedad Abierta, su obra cumbre, escrita cuando la democracia estaba en retirada frente a las dictaduras fachistas y comunistas ha sido una luz para todos los que creemos en la libertad politica y económica. Esto es exactamente los que los verdaderos fachos repudian. La economia nazi decreta que las empresas son apendices del Estado y deben "coordinar" sus politicas con el Gobierno. Nada muy distinto de lo que proponen los progresistas: que el Estado tenga la conducción estrategica de la economia y las empresas sean agentes menores de esa trama.
Para que quede claro: rever la actuacion de la guerrilla argentina de los años 60 y 70 NO quiere decir apoyar la represión indiscriminada y feroz que desató el Proceso militar desde 1976. Hay que estar loco para suponer que la critica a unos significa el apoyo a los otros.
Algunos de mis articulos han sido levantados en sitios siniestramente fachos, defensores del Proceso. Para ellos - carentes de toda capacidad teorica- todo les viene bien para arrojar como piedras a sus archienemigos de la izquierda. Allá ellos. Como escribe Sabato en su prologo al Nunca Más, la Argentina ha sufrido el embate de la extrema izquierda y de la extrema derecha. Dos demonios con demasiadas cosas en comun. Quieren hacernos caer en la trampa de que esa es la "contradiccion proncipal" pero eso es falso, la verdadera contradiccion es entre democracia republicana y totalitarismo de derecha o de izquierda.
O sea: señores fachos: los repudio con el mismo énfasis que a los enloquecidos de la extrema izquierda.

domingo, mayo 01, 2011

Prólogo original del Nunca Más, por Ernesto Sábato

Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».

No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.

Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.

Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.

De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.

Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais».

De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.

Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus ¦ldas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.

En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.

Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.

De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.

Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.

En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.

Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

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